De Ríos y de Truchas. Y de Pesca a Mosca. Y de amigos mosqueros.

Aquí se plasmarán todas esas ideas, sensaciones y vivencias de un pescador a mosca y de su grupo de compañeros.

Su finalidad es tratar de inculcar que la pesca a mosca puede llegar a ser una forma de vida.

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jueves, 26 de noviembre de 2015

EL OTOÑO ES BELLO PARA EL MOSQUERO...



          He de reconocer que las jornadas de pesca otoñales me producen unas sensaciones especiales, será el anhelo de desechar los calores estivales, esos tórridos y asolados días en que el rio parece inerte, carente de vida, acaso desemperezamos esa sensación al caer el telón diurno con un breve momento en que nuestras queridas truchas se ceban tímidas.


     
     Pero el estío da paso al otoño con las primeras lluvias y las bajadas de temperaturas y los arboles del sotobosque de ribera tiñen sus hojas de ocres, amarillos y tejas.




     En las aguas también ocurren cambios, durante el día en todo o en parte se producen eclosiones de insectos que activan a sus depredadores, vemos lavanderas boyeras danzar acrobáticamente en pos de los insectos que se elevan de las aguas. 



     Vemos gráciles pajarillos despegar de sus ramas vigías y lanzarse al centro del rio en pos de efímeros insectos. 


     Al fin y más ansiado por los mosqueros, vemos esas ondas delatoras de las truchas tomando los insectos que derivan por las aguas.




     El mosquero en la creencia de conseguir engañar a las truchas se vuelve osado, vadea aguas profundas intentando acercarse a la lejana cebada o atraviesa  fuertes corrientes para pescar de punta la colada donde la trucha ávida come segura.




     Atamos a nuestros terminales los últimos montajes realizados, aquellas recetas mágicas, aliñados con los materiales más insospechados, montajes en su mayoría de pequeño tamaño que el viejo mosquero de vista cansada ya solo los ve por la ayuda de pequeños toques de colores saltones.




     -Pero más sabe el diablo por viejo que por diablo-




     Y el viejo mosquero recuerda las posturas donde antaño tuvo encuentros con lobas del rio. 



     El caminar por el rio torna lento y sigiloso, no es momento de buscar chorros donde derivar rápidas moscas, sino buscar cebadas por aguas medias, donde la trucha se aposta en vena de comida siempre teniendo cercano el perdedero, el escondite, bien el árbol caído, la roca sumergida, la orilla solapada o la capa de ovas.




     Sea como fuere buscamos ese nadar sinuoso a medias aguas o la cebada delatora  y, tras ello no queda sino la acción mosquera.




     Tenemos que ser efectivos en el lance, minimizar los falsos lances, colocar la mosca con precisión en el punto optimo para que una natural deriva haga  pasar nuestro engaño por el campo de acción de la pintona, no hay lugar para errores, es el momento de aplicar lo que sabemos y hacerlo con certeza.




     Si hemos sido capaces de hacer todo bien, que ya es mucho hacer, la trucha tomara la imitación que la ofrecemos, subirá a la superficie, abrirá sus fauces y tomara rápida y cierta nuestra mosca.




     Hora es del momento crucial, de efectuar la clavada segura, de tensar y recoger línea en una lucha ten con ten con el rival, cruce de caminos donde todo juega pues si al buen hacer no acompaña Fortuna, diosa de la suerte, puede trocar alegría en sinsabor.




     Mas como somos buenos mosqueros que no fallamos clavadas (y si las fallamos optamos por omitir en público) queda el disfrute de la lucha del oponente, de los saltos y arreones de tan bravo rival que tenemos que doblegar, arte éste en que no todos somos duchos, empero nuestra querida pintona está en desventaja, el mosquero amen de su fuerza se ayuda de herramientas y éstas entran en juego con toda su potencia, y la fina pero dura vara azabache se comba amortiguando y agotando los esfuerzos, el carrete toma o suelta línea según la necesidad y a la postre doblegamos la fiereza y bravura y conseguimos atraerla a la malla de la sacadora.




     Tratémosla con el respeto que se merece, un desanzuelado lo más rápido posible manipulándola con brevedad, acaso tomamos una rápida fotografía para devolverla de nuevo a su hábitat con la mínima lesión, quien sabe si el futuro nos deparara un nuevo encuentro con ella.




     En mi caso tras el lance queda una placida satisfacción,  normalmente me deleito recordando el lance ocurrido al tiempo que observo el entorno que me rodea escuchando el fluir del agua y haciéndome uno con la naturaleza, momentos de regocijo que si te encuentras solo paladeas placentero y si lo es en compañía del amigo mosquero estrechas un apretón de manos y comentas impresiones, sea la una o la otra la satisfacción es grande.




     Llego el otoño, llegaron de nuevo las cebadas y las truchas, esas bravas lobas del rio padre dieron la cara, muchos lances, los unos certeros, los otros fallidos, mas al final de la jornada, cuando cansado caminas por la empinada y tortuosa trocha al alimón del compañero la sensación de placer es importante, el placer de la pesca a mosca.




          Forja de mosqueros.





                                               LasmoscasdePaco.

3 comentarios:

  1. Hola Paco, la verdad es que pescar en los comienzos del otoño es muy un lujo. Un abrazo Mario

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  2. Hola Mario. Pues si, es uno de esos pequeños tesoros por los que vale la pena luchar. Saludos

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