De Ríos y de Truchas. Y de Pesca a Mosca. Y de amigos mosqueros.

Aquí se plasmarán todas esas ideas, sensaciones y vivencias de un pescador a mosca y de su grupo de compañeros.

Su finalidad es tratar de inculcar que la pesca a mosca puede llegar a ser una forma de vida.

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Competición NO..... Gracias.

jueves, 31 de enero de 2013

UN LANCE DE PESCA…

          En esta ocasión os muestro un bonito lance de pesca.

Roberto pescando el final de una larga y profunda tabla del rio. Allí donde las aguas calmas inician movimiento antes de los chorros de desagüe de la tabla. ¿Rasera? ¿Colada?

Lo cierto es que son zonas querenciosas donde las truchas se aposturan a tomar todas esas moscas que eclosionaron/cayeron en la tabla y que allí se aglutinan.






No es una zona sencilla pese a que lo parece.

 La línea cae al agua en plena corriente y tira de nuestro bajo haciendo dragar la mosca presentada. Algo a tener muy en cuenta para enmendarlo sacando en lo posible la línea de la corriente, recogiendo línea con rapidez y lanzando incansablemente.

El buen hacer de Roberto es premiado con la picada de una bonita trucha.

Busca una zona mas cómoda y menos “alarmante” para desanzuelar la mosca y con buen arte libera la trucha.

Pero, como dice el refrán…

-La curiosidad mato al gato-

Libera la trucha y mira aguas abajo (quizás por mi culpa al estar grabándole en ese momento). Y no se da cuenta de lo que ocurre aguas arriba que, no es sino la grandiosa cebada de una buena trucha.






He de decir que quien relata y graba el video también estaba “a por uvas” y no se percato de la cebada.

Creo recordar que volvió a cebarse y pese a que Roberto la tentó con media docena de buenos lances, “maese pintona” no quiso saber nada de la mosca que la ofrecía.


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Que bellos parajes, que preciosas tablas y cuan difíciles de pescar son.

Acaso para la horma de buenos mosqueros como así lo es Roberto.

-¡¡Forja de Mosqueros!!-


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                     LasmoscasdePaco.

domingo, 27 de enero de 2013

PREPARANDO UN SURTIDO DE MOSCAS PARA PRINCIPIO DE TEMPORADA XVIII…

Seguimos avanzando y completando la caja de moscas para principio de temporada.

Con la última entrada completamos los montajes que pescan en superficie que, nos ocuparon toda una cara de la caja de mosca y una buena parte de la segunda cara


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Los siguientes montajes irán destinados a pesca bajo la superficie del agua, con un par de patrones de moscas ahogadas y ninfas.

Los montajes que en esta ocasión presento son dos montajes de moscas ahogadas y dos montajes de ninfas.

Ahogada Oreja de Liebre. Ahogada Oliva. Ninfa Faisán. Ninfa Buitre.

Ahogada Oreja de liebre.-


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Comentar que las ahogadas las suelo plomear, con el fin de que profundicen bajo las aguas, ya que las suelo utilizar cuando los ríos bajan altos y recios de agua y, como las pesco aguas abajo haciendo “el arco” si no tuvieran peso rallarían la superficie y no profundizarían.


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La mosca tiene cercos y alas en pluma de León Pardo. 
El cuerpo está confeccionado con dubbing de oreja de liebre natural y brincado con hilo de cobre.


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Tres unidades por modelo.

Ahogada Oliva.-


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Una ahogadas en tonos olivas (también plomeada).
Cercos y alas en pluma de León Indio. Cuerpo en seda oliva brincada con un tinsel dorado.


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Son patrones muy básicos que buscan atraer lo suficiente a la trucha para hacerla levantar del lecho del rio.
La velocidad de las aguas no las dejara ser selectivas.


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Dos modelos de moscas ahogadas.

Ninfa de Faisán .-


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Quizás sea la ninfa básica por excelencia.
Esta plomeada y es una de mis opciones de ninfa para pescar por las aguas sin estar pegada al fondo.


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Cercos en Faisán. Cuerpo en Faisán brincado con hilo de plomo. Tórax en dubbing de liebre y cubierta en pavo. Patas en Faisán.


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Dos unidades por patrón.

Ninfa en Buitre.-


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Otra opción de “ninfa nadadora”.
Cercos en avestruz. Cuerpo en pluma de buitre brincada con hilo de cobre. Tórax en dubbing de ardilla teñido en oliva. Cubierta en pavo.


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Los cuatro montajes presentados están pensados para pescar bajo el agua pero sin “arrastrar” por el lecho del rio.
Las ahogadas derivando más cercanas a la superficie y las ninfas pescando más profundas.


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Reconozco que la caja de moscas tiene tintes “particulares” basados en mi experiencia.
Es por ello que el apartado “ninfas” es bastante escueto y a buen seguro muchos de vosotros echareis en falta muchísimos montajes de este tipo.
Sois vosotros los que deberéis completar o modificar la caja según vuestros gustos.



                        LasmoscasdePaco.

martes, 22 de enero de 2013

DE AQUELLOS POLVOS… ESTOS LODOS.

Antonio García, a la sazón “El Profesor Bacterio” ítem mas “El Profe” es mosquero antiguo.

Alumno/amigo de ese gran pescador que es Luis Antúnez y fiel seguidor de la filosofía de pesca a mosca que mamo en aquellos tiempos. 

A esto unimos ser compañero infatigable de Paco Pepe en sus venturas/desventuras y aventuras mosqueras el resultado son muchos, muchísimos años de pesca a mosca, de aquellos de transitar pistas forestales de las de antes en pequeños utilitarios para llegar a parajes maravillosos donde posar moscas (también de las de antes pero que tienen total vigor en el presente) y capturar con frecuencia truchas de las de antes en tamaño y cantidad (y de esto. Señores. Ya no nos queda).


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Soy afortunado por compartir jornadas de pesca con “El Profe”, por enseñarme mil cosas del rio y del monte que mi dura mollera no consigue apenas retener.

Porque me enseñe una y otra vez a diferenciar un arce de un tilo o a realizar ese nudo de atar la mosca que en sus manos parece sencillo y en las mías endiabladamente complicado. 

Cuanta falta nos hace en el presente, donde nos machacan inmisericordemente con actitudes que poco tienen que ver con la esencia de la pesca a mosca, cuanta falta hace, digo. Recordar a buenos y viejos mosqueros como “El Profe”.

Este es el primer relato propio que me envía y que con cariño publico… porque todos tuvimos unos comienzos…

                                     LasmoscasdePaco. 



           De aquellos polvos... Estos lodos.


1975 mayo.

El arroyo pequeño y poco profundo discurre lentamente por el valle, bordeado por árboles, juncos y espadañas, ofrece los más insondables misterios bajo sus aguas para el chaval que aún soy.

Multitud de sombras, oquedades, reinos invisibles bajo la superficie donde mora el pequeño y bellísimo “monstruo” depredador que persigo, lamentablemente para matarlo.


Puente-Romancos


Una brisa cálida acaricia la piel bajo la sombra de algún aliso mientras miro las ondulaciones de la cucharilla sobre el abismo diminuto que guarda al pez.

De repente un brillo de plata emerge de las profundidades y ataca, casi sin clavada se engancha, la caña verde se comba con sus sacudidas en un intento desesperado por liberarse.

Al final vuela hacia la orilla colgando de la puntera, aún se sacude en espasmos incontrolados sobre la hierba, un golpe seco en la cabeza y se acaba el sufrimiento, luego reposa sobre un lecho de trébol en el fondo de mi chistera de mimbre.


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Todavía no tengo conciencia de ello, pero lo que me subyuga de esta pesca es el misterio, el canto de los pájaros en el soto, el rumor del agua, y la promesa de que tal vez entre las rocas, en los pocitos diminutos y oscuros haya una trucha dispuesta a atacar a mi señuelo.

Matarla y meterla en una cesta ya no me aporta nada, pero aún tardaré un tiempo en comprenderlo.


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Diez años después


Un tipo con cara de pocos amigos me aborda en un tren, apenas nos conocemos, sólo de cruzarnos por las calles del pueblo.

.- ¿Tú pescas?- me dice.

.- Ya casi no voy.

Me enreda con lo que cuenta de la mosca y poco después estoy en un río a su lado.


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El río es mágico, pequeño y transparente discurre por el fondo de un valle angosto cubierto de bosques, hemos tenido que caminar un buen rato por trochas casi verticales para llegar a su ribera, y allí comienza mi nueva vida.

Nos sentamos en la orilla y mi maestro me enseña las ninfas pegadas bajo las piedras y las moscas que bajan flotando en la corriente, el lance sencillo, la posada, y todos los rudimentos necesarios para comenzar, todo con una paciencia infinita.

Es un tipo que se transforma al llegar al río y la paz le embarga (luego con el transcurso de los años la perderá a veces, como yo mismo).


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Aquel día clavé mis dos primeras truchas a mosca y tan nervioso estaba que le pedí que les quitara el anzuelo, fue increíble observar la mosca flotando sobre una playa de arena al borde de lo profundo donde no se veía el fondo, y ver aparecer de repente, desde las sombras, un pez plateado y rojo, derecho hacia la mosca. 


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Mi maestro sostenía la trucha en su mano y me preguntó que quería hacer con ella, por nada del mundo hubiera hecho daño a aquel hermoso animal que me había proporcionado una emoción tan intensa.

Me gané su aprecio en aquel momento y gracias a él yo gané mucho más.


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Post scríptum


Pescando al agua, sin truchas tomando, me queda el germen de aquella pesca en humildes arroyos.


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Me siento más feliz pescando ríos pequeños; las grandes tablas sin oquedades, sin posturas claras, sin micro-pozos, sin rocas aflorando, sin reinos del misterio desde donde acechan nuestros tesoros, las truchas, me aburren y las pesco con resignación y de mala gana, en los ríos grandes busco zonas u orillas donde se reproducen las condiciones de los ríos pequeños.


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De aquellos polvos…



                                  Antonio García

martes, 15 de enero de 2013

¡¡ SON RECHAZOS !! …..

          A todos nos ha ocurrido en alguna ocasión.

Hemos visto la cebada. Clara, notoria.

Hemos lanzado con buen tino y mejor mesura y nuestra mosca se ha posado suavemente en la zona donde apercibimos la presencia de la trucha.

Esperamos impacientes la picada de la trucha. Cosa que no tardando mucho se produce, primero una agitación bajo nuestra mosca, luego unas ondas en el agua, un movimiento claro, incluso creemos que la mosca se hunde en las aguas.

Es entonces cuando clavamos, clavamos con seguridad, con esa seguridad que la experiencia nos dijo que tenemos clavada la trucha en nuestro anzuelo enmascarado.
Mas la mosca sale de las aguas y vuela por el aire sin haber conseguido capturar nuestra ansiada trucha.

-Has fallado al clavar-

Es lo primero que pensamos a botepronto.

Y con dicha convicción nos vamos defraudados del lance transcurrido.

Diré que hasta no hace demasiado yo pensaba de igual modo y, ha tenido que pasar tiempo, aprendizaje, consejos, para darme cuenta que en la mayoría de las ocasiones lo ocurrido es que la trucha rechaza nuestra mosca en el último instante y no se aboca a ella.

Creo que lo expuesto queda claro en el video siguiente, donde una trucha rechaza el tricóptero que José “Pulgín” le ofrece…







 

Vemos como José tiene localizada la trucha aposturada, incluso vemos como eclosiona un tricóptero natural. Buena y suave posada.

Y como la trucha “arremete” contra su mosca sin llegar a tomarla.
 

Creo que es claro que la trucha rechazo su mosca en el último momento.

Sin moverse del sitio… sin enmendar postura como dirían los taurinos diez minutos más tarde la trucha volvió a cebarse, José la ofrece de nuevo su montaje de tricóptero y en esta ocasión la mosca toma el engaño.








Aun nos queda resolver la pregunta de porqué en la primera ocasión la trucha rechazo y en la segunda ocasión no.

A veces creemos saber las razones. Este es el caso de dos experimentados Tajo-adictos.

Antonio “el Profe” va por delante, ve la trucha cebarse y con buenas maneras la presenta su mosca. 

La trucha hace caso omiso de la misma, es más, observamos como en el mismo lance se ceba a un insecto natural.

Vuelve a posar su mosca en el lugar donde la trucha se cebo mas la trucha ni se interesa por la mosca de nuestro pescador…








-Esa mosca no la quiere-

Le dice su compañero y Antonio comparte su parecer.

Cambio de pescador y es Paco Pepe quien realiza un nuevo lance a la trucha que sigue cebándose y rápidamente la trucha toma el engaño y es capturada






 


En esta ocasión queda claro que la diferencia estaba en la mosca presentada.
 

Un nuevo video.

En esta ocasión es Paco Pepe quien lanza su mosca a una trucha que estaba cebándose con regularidad en un tramo enmarañado.

Buen lance, buena posada, buena ejecución del clavado, mas la trucha no había tomado la mosca 






 


Tras unos minutos la trucha vuelve a cebarse, el pescador ejecuta un nuevo lance y los resultados son los mismos, rechazo en el último momento

 






Otro nuevo video de otro buen mosquero.

Es Jesús “Calambres” quien observa como una trucha se ceba con regularidad en un punto del rio.

Buen posicionamiento, buen lance, la trucha sube a tomar la mosca y Jesús realiza el acto del clavado, mas la trucha no tomo la mosca en el último momento y la captura es fallida








Os digo que en el mismo momento yo pensé que Jesús había fallado al clavar, pero no podía entender el porqué. 

Tras visionado y tertulia del video comprendimos que no fue error de clavado sino rechazo de la trucha.

Una de las cosas en común de los videos es que las acciones son en aguas lentas o paradas (quizás el último video no tanto) y muy muy transparentes.

Esto puede llevar a que la trucha tenga una percepción máxima de nuestra mosca y que en el último momento cualquier mínima cosa la haga decantarse por no tomarla.

Y pueden ser tantas cosas que, cada una tiene un rectificado diferente.

En ocasiones podemos achacarlo a un bajo demasiado grueso o un nudo grosero. 

Puede ser causa de los tan manidos “micro-dragados” que provoque un movimiento poco natural y haga desconfiar a la trucha en el último instante.

Por supuesto el modelo de mosca y/o los materiales con la que hemos confeccionado la misma, la trucha en principio identifica la mosca y en el último momento un exceso/defecto de brillos la haga no tomarla.

Lo maravilloso de la pesca a mosca es que no todo son matemáticas y dos más dos no siempre son cuatro.

Lo maravilloso de la pesca a mosca es que cada lance es único, con su facilidad o complejidad, con sus anécdotas, con sus aciertos… y con sus errores.

Sin ánimo de criticar a ninguno de los pescadores que aparecen en el video, a mas decir buenos amigos, y con la intención de demostrar una realidad inaclarada como son los rechazos en el último momento.



                            LasmoscasdePaco.

miércoles, 9 de enero de 2013

PREPARANDO UN SURTIDO DE MOSCAS PARA PRINCIPIO DE TEMPORADA XVII…

          Seguimos avanzando en el surtido de moscas.
 Habíamos finalizado una cara de montajes de patrones “Efémeras moscas secas”


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También iniciamos la segunda cara de montajes surtidos. Entre ellos habíamos confeccionado montajes de patrones Plecópteros y Tricópteros


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Proseguiremos con el montaje de patrones de moscas emergentes que, a buen seguro es uno de los espacios más variados de montajes, tal es así que, a buen seguro este apartado bien podría necesitar una caja entera para ellas solas.

Como trato de circunscribir a montajes para comienzos de temporada el abanico se puede reducir y, minimizando he optado por media docena de montajes.

Níger, Oliva, Marrón, Calambruna, PLA y Efemerelita.

Níger.


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A buen seguro encontrar el tono del cuerpo de un Subimago de B. Níger es arduo. Yo me he decantado por un tono Corinto.

Exuvia marabú retorcido. Cuerpo dubbing de Alpaca en color Corinto brincado en quill de pavo real. Poste-alas en pluma de pecho de pato. Hackle en pluma de colgadera genética color black.


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Un montaje necesario si como es frecuente nos encontramos con climatología de fríos y lluvias.


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Emergente Oliva


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Un patrón genérico de emergente que utilizo con frecuencia y muy buenos resultados, aconsejada por un gran montador como es Chime.

Para utilizar en eclosiones de efémeras de tonos pardo-oliváceos (B. Rhodani entre otros).


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Exuvia en plumón de cuello de faisán dorado. Bajo cuerpo en tinsel dorado. Cuerpo en dubbing mezcla Oreja de liebre teñida en oliva/Superfine oliva/Superfine oxido. Poste en bucle de foam blanco. Hackle en pluma de colgadera genética color dun


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Emergente Marrón.


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Otra apuesta segura que me aconsejo hace años Jesús Azorero y con la que he conseguido muchas capturas.


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Exuvia en antrón marrón. Bajo cuerpo en tinsel verde. Cuerpo en dubbing Superfine mezcla color marrón claro con crema y brincado con tinsel dorado. Embuchado y alas en C.D.C. natural. Tórax en dubbing de oreja de liebre natural.


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Calambruna


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Este es uno de los montajes que no falta en mi caja de moscas desde que Tachu Guadalupe me demostró su efectividad.

Un montaje genérico que no imita nada en particular e imita todo en general.


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Bajo cuerpo en tinsel verde. Cuerpo en dubbing de oreja de liebre brincado con tinsel cobre. Postes en PLA blancequino (también lo monto en color gris e incluso gris detrás y blanco delante). Falso hackle en dubbing de careta de liebre.


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PLA


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Una emergente “genérica”.
El PLA consigue darle esa sensación de vida o movimiento.


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Exuvia en antrón plateado. Bajo cuerpo en tinsel cobre. Cuerpo en mezcla de dubbing Superfine y foca. Alas en pluma de CDC. Hackle envolvente en PLA de color gris (peino el PLA para envolver el CDC entre los pelos de PLA)


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Efemerelita


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A este montaje le dedicare una entrada en excluvia pues tiene su “historia”.

Decir que en contra de su nombre, imita a un díptero clarito y no a una efémera.


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Bajo cuerpo en tinsel dorado. Cuerpo en dubbing Superfine color crema. Patas traseras en pelo sintético. Poste en Parapost color plateado. Hackle en pluma colgadera genética color Ginger (Hackle de tamaño mayor al standart, está montado en un anzuelo del 20 y el largo del hackle podría ser para un 16/18)


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Creo que nos quedamos un poco cortos en emergentes, pero puede que para principio de temporada con los seis montajes mostrados podremos salir airosos.


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                              LasmoscasdePaco.

viernes, 4 de enero de 2013

¡¡ Laguna Carlota !!... Quimeras…

          Allende el profundo y lejano océano.

Más allá donde nuestros antiguos buscaron El Dorado y presente muchos soñamos con el Paraíso Mosquero.

Desde ripios Patagónicos cruzados por mil esteros poblados de hermosas truchas.

Un Rey Mago Mosquero me envía un regalo de Reyes Magos.

Aun tiemblan mis manos aporreando el teclado por la emoción de la lectura.

Un relato cuajado de sentimientos, de aventura, de afirmaciones.

Desde la lejana Patagonia un Maestro Mosquero, Luis Antúnez me envía un precioso regalo.

Un relato maravilloso que, con muchísimo cariño y respeto, publico y os ofrezco como regalo de Reyes.

¡¡ Carlota !!... de Luis Antúnez.



Hay veces que la fortuna nos hace realidad las quimeras, los sueños... No sé la causa, pero una deidad ignota me pone en bandeja lo soñado. Desde la primer vez que conocí los Campos de Hielo Norte, esa ninfa tutelar me hechizó sin remisión con ese paraje de ensueño como queriendo asegurarse de que volviese al lugar. No hubiese sido necesario…
Por aquel entonces aun no estaba acabado el camino de penetración que hoy casi alcanza el mar, y mi asombro ante tanta belleza, ante tanta paz, ante tantas viejas leyendas repetidas por el viento no me permitieron saborear a fondo lo que allá existe. “Tengo que volver una y mil veces”, me dije. ¡Qué fuerte ha sido el hechizo!

Pasar bajo esos cerros majestuosos coronados por hielos azules, o extasiarnos con los fantasmagóricos reflejos de los miles de esteros que descienden de las cimas vírgenes, entre espumas que los alocados saltos engendran, es algo que no puedo transmitiros con palabras. Y qué decir del bosque intacto, donde abunda el árbol adorado por los mapuches, el canelo, o reina la poderosa lenga en busca quizá de “algo” en los cielos, o perfuman el cristal del aire los chilcos, todo, absolutamente todo nos lleva a una nueva dimensión. Tanta armonía nos hará olvidar hasta nuestra propia entidad física.

El río Exploradores, ora verde, ora azul turquesa, pero siempre cristalino hasta que llega al ocráceo lago Bayo me va tentando para que me detenga en sus orillas y compruebe que tiene vida. Pero más tentación siento al llegar al río Azul, su afluente, donde encuentro a los salmones desovando en cantidades importantes. Ese pez mártir, perseguido moribundo, siempre intenta decirme la razón de sus desvelos y veo el último esfuerzo al dejar a sus hijos el botín del propio cuerpo para cuando nazcan en solitario.

Por desgracia, hoy el sabio hombre aprendió a arponearlo sin piedad, dejando sobre las piedras de la orilla, cual testigo de la barbarie humana, el fruto que nunca conseguirá vivir: las huevas escapadas de las hembras en la agonía final. El hombre, ¡siempre el hombre…!


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Sendero Exploradores


Hoy quiero llegar hasta la laguna Carlota, legendaria por su inaccesible posición: hay que atravesar el amplio y profundo Exploradores y luego caminar a la aventura de lo desconocido. Pensé hacer la travesía en el patito, mas la impetuosa corriente me dijo que ni lo intentara. Por suerte, o por desgracia, un buen poblador y amigo quiso brindarme su lanchita para pasar a la otra orilla. Y digo por desgracia porqué con esa facilidad me veré obligado a visitarla muchas veces más empujado por una santa obsesión en aumento con el paso del tiempo.

Sabía, por la información que mi amigo me dio, que una mujer lleva a sus clientes a pescar en la Carlota…en hidroavión. No, yo quiero ganarme el regalo de Pacha mama por medio de mis fuerzas, hoy tan mermadas. La ilusión me da la energía que los años me niegan. Y allá que voy.

La lancha de mi amigo más recuerda a un submarino que a un botecito; eso sí, hay en ella una lata vieja de conservas a modo de bomba de achique que me da total seguridad. Y el motorcito funciona, aunque después de convencerlo para que arranque durante más de quince minutos. ¿Y si no arranca al regresar? Estoy acostumbrado a vivir el presente, por eso de que el futuro aun no llegó… Y “a galopar, a galopar” hasta alcanzar la otra orilla. Y la alcanzo aunque bastante más aguas debajo de lo previsto. El primer obstáculo es desembarcar porque sus márgenes se muestran impenetrables, por eso debo descender en busca de un huequito en la tupida orilla. 

Cuando lo encuentro resulta ser el cauce de un arroyo que no presenta casi agua. Pienso que podría ser el desagüe de Carlota y por él empiezo la escalada. A los pocos metros me encuentro en una llanada de pasto que a modo de circo rodea el tupido bosque de más arriba. Por orientación de mi amigo, camino paralelo a los árboles hasta encontrar una especie de trocha poco despejada.

 Hay multitud de árboles caídos y secos, zarzas, arbustos y toda clase de prometedoras amenazas para el vadeador que llevo ya puesto. Con paciencia y la navaja voy abriendo paso en aquella maraña desesperante. “Quien se apura pierde el tiempo” decimos por acá, así que debo tardar como cosa de una hora en recorrer unos trescientos metros, metros que me parecen kilómetros, ¿o lo son? ¡Quién se detiene a medir el tiempo-espacio! Al llegar más arriba encuentro de nuevo el desagüe de Carlota. 

Lo peor del “paseo” llega al enfrentarme a una pared de rocas resbaladizas por la humedad que la cubren. No soy un escalador nato, pero la esperanza de llegar hasta mí amada Carlota me da ánimos y, sin saber cómo, en el último peldaño de aquel roquedo, la descubro serena, prometedora, refulgente: allí está Carlota con sus aguas verdi-azules y sus orillas llenas de juncos… 

-Si las junqueras son cenagosas y profundas, pues me quedo sin pescar - pienso porque lanzar por encima de ellas es una total idiotez; rara vez salvas la mosca o, peor, la posible captura. No me gusta el panorama pesquero, pero aquel paisaje compensa con creces el desencanto: ¡qué maravilla entre las maravillas! La pesca deja de ser la meta; me siento dichoso de haber llegado hasta Carlota para vivir el soñado sueño…

Montada la caña, ¡que está entera después de tantos tropezones! empiezo con cuidado a penetrar en el agua bendita: un paso, dos y…hasta las rodillas enterrado en el fango. Trato de sacar una bota, ¡imposible! El fango la tiene bien atenazada. Pruebo con el otro pié; lo mismo. La idea de quedarme allí clavado toda la eternidad no me gusta pero que nada, así que porfío en los intentos. Tiro de una pierna un poquito; luego la otra; luego vuelvo a la primera. Y cuando creo haber conseguido desclavarme, pierdo el equilibrio y caigo de rodillas.

 ¿Y ahorita? Apoyarme para levantarme en la caña, ¡ni hablar! No sé si habéis tenido la suerte alguna vez de haberos quedado en tan ridícula postura, pero de no contar con ayuda, la cosa resulta seria. 


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Laguna Carlota


Tras varios intentos de emerger, todos frustrados por el fanguito, pienso en apoyar las manos en el fondo, aunque la mojadura sea total. Y como era la única manera, pues al agua patos. Carlota es una “mujer frígida”, tan frígida que pienso encontrarme como esos pescados que se conservan entre hielo en las pescaderías, pero consigo encontrar apoyo seguro en el fango y en un montón de juncos que acumulo para ello. Una pierna salvada; ahora la otra, pero ante la manía de volver a enterrase la bota liberada, opto por ponerme a cuatro patas, eso sí, con el agua entrando por… “Seguro que de esta se me cura la próstata,”- me digo entre dientes.

Y como soy porfiado, pues no me rindo y busco todo mojadito nueva entrada, pero menos fangosa. ¡Y la había! ¡Necio de mí! Una deliciosa playita, sin juncos y somera, me invita a entrar en Carlota. Por si fuese poco, una trucha toma una seca justo a dos metros. “¿Serás grande?”- la pregunto. Lanzo y mi mosco se hunde nada más tocar el agua; parece querer imitarme. Así que seco todo, (mi cuerpo puede y debe esperar) y vuelvo a lanzar. No veo el pez; pienso que será pequeño. 

La mosca flota plácidamente sobre la quieta superficie del mágico lago; casi no toca el agua, sustentada sólo por las flexibles puntas del hackle. Me embruja su vivir y empiezo a recordar lo soñado. 

No hay respuesta; no hay pez. Da igual, no hay dicha mayor que ser pescador en un lugar como este, en un día como hoy. Miro el glaciar que tengo a la izquierda; sus hielos relucen como la plata y hasta parece que se alborozan de mi mojadura. 

Despierto del ensueño; ¡no veo la mosca! Está ahogada; ¡seré idiota! un pez la debió de hundir en tanto me llenaba de paisaje. La saco y repito el secado con los cristales (¿qué sería de mí de no tener este ungüento?) Y lanzo de nuevo un poco más lejos. No hay actividad aun, pero si hay truchas paseándose alguna subirá para descubrir ese nuevo insecto que se le presenta.


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Saltos del Exploradores


Súbitamente diviso una sombra bajo el engaño, ¡y qué sombra! Está aproximándose a cámara lenta a la atractora de pelo de ciervo. Creo que no va directamente a ella, pero a los pocos centímetros gira y enfoca el señuelo. 

“¿No te apresures?” - me dice ese alguien que llevamos dentro; pero los nervios quieren traicionarme y hasta inicio una clavada que, por suerte, detengo a tiempo. La trucha, enorme pez, se ha parado ¡justo bajo la mosca! Podría tocarla con los labios si quisiera. Los segundos se tornan horas; la incertidumbre me apasiona. La veo sus lomos iridiados perfectamente, y el movimiento de sus grandes ojos. Al final se gira y pretende marcharse.

Recurro a un movimiento de la línea que pudiera resultar suicida; golpecito de un centímetro, de dos y ¡la trucha se revuelve como una furia y toma con brutalidad! Clavo a la seda, tan suave que el pez no se percata del enganche hasta pasados unos segundos. 

Cuando se entera, su arrancada es bestial, abriendo un surco como lo haría un proyectil en la superficie del laguito. 

Salta para mostrarme lo hermosa que es; y por si no la he visto bien, salta y salta como mil veces. La poderosa Sage se dobla como uno de esos juncos de la ribera, pero resiste sus rabiosas arrancadas. 

Mi brazo se resiente; han pasado muchos minutos y aquella furia plateada no cede, ni deja de saltar. Temo por el posible corte de la punta del 0X con los dientes. Voy a forzarla menos; con más suavidad se suelen dominar antes y eso sucede.

La traigo hasta mis pies; sin sacarla del agua la desanzuelo y la tranquilizo con caricias del dorso de mi mano en su línea lateral. El efecto es sorprendente: la gran trucha (unos 70 cm) se queda a mi lado, mirando a ese viejo idiota que le amargó el desayuno.

La vuelvo a acariciar y no huye. Así que seco la mosca y vuelvo a lanzar. Ante mi asombro, la gran trucha toma una mosca negra y reluciente que navega a nuestro lado; y poco a poco se va alejando con esas lentas ondulaciones que recuerdan las algas movidas por las olas. 


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Ventisquero Exploradores


Gracias a su enseñanza, busco en mis cajas (con el tiempo me voy pareciendo a un cajero…) Entre las numerosas ruinas mosqueras tengo un escarabajo chiquito muy parecido al insecto depredado por mi primera trucha de Carlota. Lo ato, impermeabilizo y… ¿le rompo la curva? Lucho contra mí mismo, mas al final el anzuelo permanece tal cual era, pero sin barba ¡desde luego!

Los nervios no me han permitido analizar detenidamente al pez. Era una bellísima arcoíris, de cabeza y garganta rojizas, pero no vi nada más. Sigo siendo un novato…

Sobre las aguas se empiezan a ver más moscas negras (1) y sobre ellas se inician bastantes cebas prometedoras. Poco tarda en subir otro pez que repite la película del anterior. Algo más chica pero no menos peleona. Hasta se queda también a mi lado; sus miradas me hacen sentirme ridículo: el agua aun escurre por mi camisa y resuena dentro del vadeador a cada paso que doy.

Pero ¿quién se cambia ahora? 

Sigo pescando y con tal suerte que a cada lance me sale una señora a darme faena. ¿Rompería el anzuelo? Me hago el sordo como tantas veces antes y sigo sacando esas pobres maravillas, ¡tan inocentes!

El colmo del día lo da un enorme pez que está tomando justo a la entrada en el lago de un esterito que desciende de los altos hielos. Localizado por el estruendo que hacía a cada subida (¡y estoy sordo!) me aproximo hasta sus dominios sin peligro de hundirme. Y es que una vez superada la orilla de juncos, el laguito es firme y poco profundo en un cinturón que rodea su perímetro. Mis sentidos se enajenan al constatar el tamaño del angelito: ¿llegará a los noventa centímetros? ¡Veremos!

Lanzo con muy poca velocidad de línea, haciendo que todo flote mórbido en el aire como un hilo de araña. En el golpe final, detengo la caña de manera brusca y la mosca desciende sobre el agua con la lentitud de un aquenio. Ella está cerca, muy cerca: ¡la ha visto! Lo mismo que casi todas las anteriores sin la menor prisa, se dirige hacia su presa: un metro, medio metro, unos centímetros y consabida parada bajo el engaño.

Serenado por las numerosas capturas del día, decido también clavarla a la seda, ¡si es que toma! Y ya lo creo que toma; un sutil movimiento de la caña hace que el anzuelo sin muerte se clave un poco en el borde de sus labios.

Ella no se inmuta y sigue buscando más víctimas; quiero jugar y ver hasta cuando permanece ignorante de lo que tiene “casi” clavado en la boca. En un cierto instante, mueve un poco su cabezota como deseando desprender esa cosa que empieza a molestarla, ¡pero continúa cazando! Divertido, la doy un ligero cachetito para afianzar el anzuelo en su bocaza, pero ella no hace caso y sigue depredando insectos. Por cierto que toma todo lo que está a su alcance, sin la menor selección. 

Un desplazamiento brusco del pez para cazar lo que me pareció un saltamontes, (es un ejemplo que confirma las distintas maneras de tomar insectos diferentes) desencadena la lucha del fin del mundo. No salta al principio, sólo arranca furiosa hacia el fondo del lago, sacando muchos metros de línea, tantos que pienso llegar al hilo de reserva. Y en ese momento se detiene.

Segundos de zozobra ante la posibilidad de haberla perdido, mas no, la veo saltar cosa de un metro en el centro de Carlota. Y vuelve a saltar de inmediato con ese movimiento que recuerda un vídeo a cámara lenta. Apoyada en el agua sólo sobre su cola, inmóvil, sacude su cabeza con furia tratando se soltar el anzuelo. A su caída de nuevo al agua levanta una nube de espuma que quiere alcanzar el cielo. 

La lucha se prolonga hasta la desesperación; atardece y debo volver con luz al submarino de mi amigo para alcanzar la otra orilla, pero mi trucha no cede para nada su potencia. En los lagos, y con aguas frías, las truchas luchan con más energía que en un río, algo que parece contradictorio, pero sucede.

Si trato de arrimarla a mi lado, ella se va al contrario; si la dejo más suelta, saca más y más línea. De romper sería una liberación para ambos, pero parece que sus dientes no rozan el bajo de línea y sigue trabada sin remisión. 

Para acercarme decido caminar hasta donde me lo permitan las orillas. Poco fue lo que logro porque Carlota parece estar sobre el cráter de un primitivo volcán: a los pocos metros hacia el centro desciende casi en picado y otro baño no me apetece en absoluto. Por cierto que noto el efecto del agua calentita en los pies. Me viene pero que muy bien porque empieza a refrescar más de lo deseado.

¿Romper o no romper? Como Hamlet, ese es el dilema.

Así que decido tirar de poder a poder. ¡Imposible! Ni se rompe el bajo del 0X ni se abre el anzuelo. Curioso, pero a mí rara vez se me abren los anzuelos, todo lo contrario que les pasa a otros compañeros.

Como si fuese un salmón, tiro unos metros de ella y acto seguido recojo línea con el carrete; vuelvo a tirar y vuelta a enrollar. Metro a metro, pulso a pulso, voy ganando distancia, mas al constatar la poca cantidad de línea enrollada, me desmoralizo: aquello parece no tener fin.

Pocas veces he sentido esa angustia que nos hace desear que se rompa el bajo; hubiese sido una real liberación, pero los bajos de “Río” son tan buenos que dan asco… Así que con esos remolques de camión voy ganándola centímetro a centímetro.


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Salmona Desovando


El sol se pone tras las montañas que dan al mar; una brisa pérfida cala mis huesos. ¿Por qué no me habré cambiado de ropa? 

Por fin, a unos diez metros la veo el poderoso lomo aflorar sobre el lago. ¡Ánimo! Ya está vencida. ¿Vencida? Qué risa: el angelito pega otra arrancada y recupera mucho terreno perdido. Vuelta a traer, enrollar, traer, enrollar…

Y se va la luz. Mi amigo estará preocupado esperando en la otra orilla, aunque seguro que divisa el submarino y eso lo tranquilizará. Peor es tener que descender con escasa luz por el arroyito de subida y sin pilas en la linterna. ¡Soy el colmo de dejación!, ya me lo decía mi Mamá.

Respiro cuando vuelvo a verla muy cerca y decido tirar a lo bruto. A unos cuatro o cinco metros, la trucha empieza a revolcarse rabiosa: ¡no está por llegar a saludarme! Pero sigo empleando todas mis fuerzas, no muchas después de casi una hora de lucha libre por parte de ambos: ¡si hubiese roto el anzuelo! Justo castigo a mi idiosincrasia…

Me dispongo a cogerla por la cola, sin de sacarla del agua, cuando noto total falta de tensión: ¡he perdido el pez! ¡Ahora que quería verlo! ¡Y se llevó mi pobre mosca! Es suficiente, lo demás que habría seguido nada importa.

El regreso es mejor que la subida porque sigo justo la huella que hice en la mañana. El lucero de la tarde anuncia la salida de la luna; el viento se ha calmado y la paz vuelve al lugar donde aun reina. 

Siento mucho frío pero estoy tan preocupado con el regreso que no quiero ponerme el chubasquero que tengo metido en la mochila. Ni siquiera he desmontado la caña, lo cual voy haciendo según bajo.

En la orilla de enfrente, aguas arriba, diviso una fogata: es mi amigo que me alumbraba el regreso. Me reta cuando llego: 

“¡Lucho! ya no tienes la edad de hacer estas barbaridades. Pensé que te habrías extraviado, o que estarías con una pierna rota colgado de alguna roca. La próxima vez iré contigo, porque conociéndote sé que habrá próxima vez…” 

“No lo dudes, pero quizá si no vuelvo es porque estaré muertecito”, le respondo. 

Y le cuento parte de lo vivido con Carlota. Decir todo me pareció profanar este santuario de los siglos y hasta es posible que no me creyese.

¡Qué más me da! Lo importante es que soy feliz con mi nuevo Amor. 



                                          Luis Antúnez.