Varias fueron las ocasiones que me propuse pescarlo y, una vez llegado al Alto Tajo termine decantándome por mojar las moscas en el rio padre en detrimento de su hijo aventajado que es el rio Gallo.
He llegado tan tarde que la escasez de caudal y la abundancia de ovas provoca que la mayoría de las posturas están desaparecidas, que no es decir que la pesca se dificultara, sino que el tablero donde desarrollar el juego disminuyera muy mucho.
Por el contrario y como mejoría, la notoria bajada de temperaturas (14º c. cuando llegamos al rio) y un cielo tamizado por nubes que a buen seguro jugo a nuestro favor y pese a la nula eclosión de insectos provoco que “maese pintona” diera la cara tímidamente.
En dichas condiciones pesque el tercio superior del tramo de Cuevas Labradas, con poca estrategia a desarrollar, tan sencillo como colocar las moscas en los espacios donde el rio no estaba tapizado por las ovas, bien es verdad que con lances medios/largos y con la dificultad de un viento continuo, que no impedía pero si molestaba.
Me propuse pescar con tan solo un modelo de mosca, la emergente con alas desplegadas que en su momento incluí la receta en este mismo blog…
http://lasmoscasdepaco.blogspot.com.es/2012/04/emergente-alas-desplegadas.html
Pues, señores, la mosca en cuestión creo que cumplió sobradamente y la mayoría de las truchas capturadas fueron con dicho modelo, tuve que cambiar de modelo al perder las únicas cuatro moscas que llevaba.
Testigos fueron los buitres que desde el roquedal observaban mi trajinar por el rio, como posando con delicadeza mis moscas en los huecos orillados exentos de ovas las truchas tomaban francas las moscas que las ofrecía, a partir de dicho momento tocaba no dar ninguna concesión a nuestra captura con el fin de que no se escabullera entre las ovas.
Tras clavar no queda otra sino mantener la tensión y obligar a la trucha a quedarse a flor de agua, entre chapoteos y cabriolas cosa nada sencilla, ítem mas si la captura es de tamaño respetable como ocurrió en varias ocasiones y que provoca que muchas capturas se desclaven y no terminen entre la malla de nuestra sacadora.
Y lo anterior ocurrió en un par de ocasiones, así como me ocurrió que tres truchas me rompieran el “pelo rana” “Frog Air” dos el 13 y una el 15, pudiendo aventurar que serian truchas de tamaño respetable.
Ascendiendo pescando por el rio me encontré con una zona invadeable que me obligo a subir a la pista forestal para salvarla.
Baje de nuevo al rio justo por encima de la cabecera de la poza, aguas arriba un tramo de más de 20 metros de rio tapizado completamente de ovas.
Mire con curiosidad el comienzo de la poza y final de las ovas, allí donde bamboleaban al son de la corriente. Estaba al resguardo de una frondosa salguera de la orilla.
Realice un lance de los “extraños” que a buen seguro algo parecido tendrá un nombre técnico y que yo tan solo llamo “lances a la remanguillé”.
Un par de falsos lances normales aunque de izquierdas, el tercero y definitivo dando un firme giro a derechas de la muñeca y que provoca que la mosca pose aguas abajo de nosotros.
Justo a la cabecera de la poza, justo al final de las ovas.
No paso ni cuatro segundos cuando una trucha ascendió y tomo franca la mosca, respondí clavando con firmeza y en dicho momento note como la caña se combaba mas allá de lo que una trucheja puede provocar, la captura es señera y las alertas se encienden.
Qué hacer con una trucha pescada aguas abajo y rodeada de una inmensidad de ovas y perdederos.
Gire el cuerpo, me posicione frente a ella y coloque la puntera de la caña en el centro del rio.
De aquesta guisa, aplicando tensión y con ayuda del trabajo de la mano izquierda (que poco hablamos los mosqueros del trabajo importante de la mano izquierda) fui amoldando los envites de mi oponente pintona esforzándome en todo momento para que la lid ocurriera en las aguas limpias del centro del rio.
Al fin, cuando los arreones disminuyeron, ya arrodillado en la orilla del rio y con la sacadora preparada, fui acercando la trucha a la orilla donde consegui encestarla a la primera.
Desclavado de la trucha y rápidas fotos. Tras ello devolver a las aguas del rio donde con presteza se escabullo bajo las ovas.
Lo cierto es que el rio se porto amablemente conmigo y fueron más de media docena las ocasiones en que las truchas tomaron mis moscas y terminaron en la negrura de la malla de la sacadora.
Suficiente para satisfacer el ego de este aprendiz de mosquero.
Quiero repetir, quiero volver a pescar el coqueto rio Gallo, quiero disfrutar de un sereno con eclosiones de ignitas y truchas cebándose a ellas con fruición y, a ser posible en esta misma temporada.
LasmoscasdePaco.
