En mi vida de aprendiz de
mosquero la fortuna me ha deparado conocer algunos de los grandes mosqueros, de
los de aquí y de los de allá, no es cuestión de citarlos pero decir que una de
mis grandes satisfacciones ha sido poder posar
moscas a la par en el rio con ellos.
En mi vida de aprendiz de
Tajero la fortuna me ha deparado conocer algunos de los grandes Tajeros, de los
de mosca y línea pesada y de los de otras artes, no es cuestión de citarlos
pero decir que una de mis grandes satisfacciones ha sido poder compartir
jornadas de pesca en el rio Tajo con ellos.
Siempre que charlaba con
algunos de los buenos mosqueros, de esos que se explican en el rio y no con charlatanerías
baratas salía a relucir un nombre.
Acá y allá me llegaban referencias de él,
incluso en mi libro de cabecera, ese con el que en mis sueños me transporta a paraísos mosqueros
sale a relucir su nombre, y el mosquero
se hace grande (mas grande si cabe que su corpulencia) con el devenir del
tiempo.
La fortuna se aunó conmigo
y un gran y espigado mosquero me ofreció la oportunidad de acudir a un pequeño
conclave en casa del gran mosquero.
No tuve dudas en aceptar la invitación.
Y así fue como una tarde
me encontré en una cueva llena de tesoros en compañía de un puñado de grandes
mosqueros.
-Paco, siéntate frente al
torno y haznos algunas mosquitas- Dijo
el maestro.
No era cuestión de recular
llegados a ese punto, con manos
temblorosas comencé a adobar un anzuelo con plumas, hilos y oropeles.
-Montas bien, y muy
bonito, pero te faltan algunos conceptos- dijo el maestro.
A continuación fue el
turno de montar de un espigado mosquero
y comienzo a ver cosas que no había visto jamás, cuatro cosas por acá, dos
cositas por allá, un desaliñado total para al fin rematar con un nudo final.
-Esto, esto es lo que hay
que buscar- dijo el maestro mirando aprobatoriamente a tan espigado montador.
Acto seguido comenzaron
las explicaciones del porque de semejante desaliño y entre explicación y explicación
un relato de experiencias vividas por aquel grupo de tajeros.
Mi cerebro turbamulta de
sensaciones giraba alocadamente y trataba de asimilar cada intención, cada
enseñanza aprendida.
Días mas tarde recibo una
llamada telefónica.
-Hola Paco, soy Paco Pepe.
Te vienes mañana a pescar al Tajo?-
Así fue como una mañana me
encuentro vistiéndome de mosquero, colocando aperos y siguiendo por la trocha
cual perrito faldero a un gran maestro.
El temor acrecentó cuando
nos internamos por las aguas de tan querido rio y se agrando cuando con un
gesto de su mano me ofreció tabla larga de aguas paradas donde comenzar a
pescar.
¡¡Vamos ni de coña!!
Negué con la cabeza,
recule y me puse el tercero de la fila sintiéndome mas pequeño que los dípteros
que danzaban a ras del agua.
Comenzó a pescar su
compañero habitual y consiguió la primera captura.
Acto seguido y tras
observar una tímida cebada el maestro ayudándose del bastón de vadeo avanzo un tramo de rio, afirmo sus pies y comenzó
a sacar línea del carrete que iba ensortijándose a su vera.
Al fin una nueva cebada y
tras ella comienza el espectáculo, un espectáculo que ya había visto en manos
de grandísimos mosqueros.
Un par de lances traseros
y un disparo delantero de la línea que surca el aire estirándose, que eleva el
bajo y la mosca hasta que al fin, suavemente comienza a caer para posar
delicadamente en el agua.
El final del lance no
podía ser otro, la trucha engañada ante tal sutil ardid toma la imitación de
mosca.
El clavado es continuo,
firme, seguro, nada de tirón electrizante, una acción continua que tira de la línea
con la mano siniestra mientras la diestra se retrasa hacia el costado y eleva
la caña, ya no queda sino el recoger continuo de línea atrayendo una bella y
esquiva trucha que pugna inútilmente por evitar lo que no tiene otro fin.
Al final la trucha queda
cerca del maestro, éste gira la cabeza observándome, tras ello vuelve la mirada
a la trucha, coge con dos dedos el bajo de línea y va acercando su mano hasta
el pez, la mano se introduce bajo el agua y realiza un pequeño tironcito, saca
del agua la mosca tras haberla liberado de aquesta guisa de la trucha.
Un sinfín de lecciones en
tan corto espacio de tiempo.
Seguimos avanzado por el
rio, oteo las aguas y observo al maestro,
en un momento veo como arquea la ceja derecha y me indica con su dedo un
lugar en el rio.
-Allí hay puesta una
trucha y ese lance es tuyo, Paco-
No encuentro manera de eludir
el envite, me adelanto y escudriño las aguas a través de las gafas polarizadas,
pero por más que miro no veo nada.
-¿Dónde está?-
-Allí, pegada a la orilla,
junto a esos juncos-
Miro y remiro sin ver lo
que el maestro sin polarizadas consigue ver, al fin descubro una ondulación, un
coleteo bajo las aguas.
Saco línea y trato de
avanzar hasta una distancia donde poder realizar el lance.
-No avances más o la
trucha te vera y se marchara-
Mis ojos se abren
asombrados y miran al maestro, implorando me deje acercar, pero su figura
estoica niega la petición.
Comienzo con el lance,
trasero y delantero, proyectando cada vez mas línea, ya creo poder llegar al
punto deseado, no queda sino forzar un trasero y más aún el delantero, todo va
bien, línea hacia delante y el bajo se engurruña con la línea y cae amasijo en
las aguas.
Deshago el entuerto y
retomo el lance, delantero, trasero, proyecto y la mosca se engancha por detrás
de la zona elegida en los juncos de la orilla.
Tirón y rotura de bajo.
Mosca nueva y lance nuevo.
Al fin la mosca posa de aquella manera en las aguas, pasa por la zona deseada
sin obtener picada de la trucha.
Un nuevo lance, dos, tres,
cuatro. Me giro y miro al maestro.
-La trucha se marcho en el
primer lance, cuando liaste el bajo- Contesta.
Cabizbajo retomo mi posición
tras el maestro y su compañero mientras avanzamos de nuevo por el rio.
Nuevas lecciones del
maestro y su compañero y nuevas capturas, tomo nota de todo cuanto veo,
pregunto y vuelvo a preguntar.
Al fin llegamos a unas
corrientes.
-Venga Paco, pesca esos
chorros a ver si sacas alguna-
Territorio Royal, aguas
corrientes donde es más sencillo engañar a las truchas.
Allí Derivando la Royal
por las corrientes consigo la captura que atraigo y enmallo en la sacadora.
Libero
del anzuelo, tomo una fotografía y devuelvo a las aguas.
Me siento feliz cual
perrillo cazador que consigue traer la pieza a su maestro.
Paco Pepe me mira, esboza
una leve sonrisa y afirma con la cabeza.
-Bien, te faltan muchas
cosas pero vas bien-
Y uno inspira aire
profundamente henchidos los pulmones de aire y de gozo ante esas palabras.
Terminamos de pescar tarde
y alejados del auto, la torna ya sin luz natural, trochando sendero bajo la luz
de los frontales, en fila india, tras el maestro y su acompañante provoca una sensación
mágica.
Sensación que se acrecenta cuando tras llegar a origen y cambiarnos de
ropa nos sentamos a cenar bajo un inmenso cielo estrellado por techado,
escuchando los relatos de la pareja de tajeros antiguos.
Estoy alucinando, vivo
cada relato, noto cada énfasis de las palabras pronunciadas, arrobado y
añorante de aquel Tajo de otros tiempos, tiempos de pioneros mosqueros y
grandes truchas, odiseas que escucho trovar
cual cantar del Mío Cid.
En ese mismo instante
siento la forja de un profundo e indisoluble lazo de cariño con mi maestro.
Cariño que jamás se ha de
truncar sino todo lo contrario, acrecentar con el tiempo, con el conocimiento.
Con tardes de montaje y con jornadas de pesca en nuestro querido rio Tajo.
No fui el primer ni ultimo
alumno del maestro, pero sí de los últimos.
El tiempo y el avatar
quiso que pescáramos mucho en solitario, tuve la gran fortuna de compartir muchísimos
lances, muchísimas charlas.
Llego a ser el hermano
mayor que nunca tuve, a quien pedir consejo.
Nunca tuvo una mala
palabra ni acto para conmigo, sino todo lo contrario, me ofreció todo lo que
sabia y que yo, torpe de mí, no conseguí aprender ni la decima parte.
Paco Pepe, mi maestro,
marcho.
No como en otras ocasiones
a pescar allende el océano, en busca de otras truchas y de la compañía de su
gran maestro.
En esta ocasión realizo
una travesía mas lejana.
Atravesó el plano terrenal
y marcho al rio de los grandes mosqueros.
Allí donde los atardeceres
son eternos y las aguas están plagadas de cebadas de grandes truchas.
Le veo allí, en medio de
las aguas, realizando larguísimos lances, su cara placida de felicidad, fundiéndose
con el rio que curiosamente es copia del rio Tajo.
Paco Pepe esta allí,
pescando el Tajo celestial y esperándonos para que cuando lleguemos, como en
tantas ocasiones, nos indique el vadeo seguro o la postura de la trucha
esquiva.
Pero Paco Pepe estará también
aquí, pegado a mí, afirmando mi mano cuando realize un lance en el rio Tajo.
Aconsejándome,
regañándome, riendo, para al fin, como en tantas ocasiones, fundirnos en un
abrazo en medio de las aguas.
Ya no solo eres un gran
mosquero. Has conseguido ser leyenda... leyenda de pasión.
LasmoscasdePaco.
Tuve la suerte de disfruta de su compañía desde niño, ya que soy su sobrino.
ResponderEliminarMi padre le enseñó a pescar, como lo hizo también conmigo y con el tiempo derivó en su personalización de la pesca al arte de la pesca con mosca, en la cual fué y es un Leonardo da Vinci.
Eramos legión los que cuando le veíamos pescar dejábamos de hacerlo para verle, fundido con el paisaje y enamorado apasionadamente de la trucha esquiva.
Yo crecí viviendo con el veneno de la pesca y a día de hoy sigo siendo un adicto y cada vez que nos veíamos siempre tenía un lance que contarme y que yo disfrutaba como si lo viviese en primera persona.
Me llamaba cariñosamente el chatarrero, por practicar otra modalidad de pesca menos purista, pero no me importaba porque viniendo de quién venía para mí era un cumplido.
Aún conservo el Lamson que me regalaste, ahora no es un carrete, para mí es un tesoro que me recordará de por vida que tu corazón era tan grande como tu persona.
Te echaré mucho de menos y espero que estés en tu querido Tajo inmortal.
Te quiero tío Francisco.
Tuve la suerte de disfruta de su compañía desde niño, ya que soy su sobrino.
ResponderEliminarMi padre le enseñó a pescar, como lo hizo también conmigo y con el tiempo derivó en su personalización de la pesca al arte de la pesca con mosca, en la cual fué y es un Leonardo da Vinci.
Eramos legión los que cuando le veíamos pescar dejábamos de hacerlo para verle, fundido con el paisaje y enamorado apasionadamente de la trucha esquiva.
Yo crecí viviendo con el veneno de la pesca y a día de hoy sigo siendo un adicto y cada vez que nos veíamos siempre tenía un lance que contarme y que yo disfrutaba como si lo viviese en primera persona.
Me llamaba cariñosamente el chatarrero, por practicar otra modalidad de pesca menos purista, pero no me importaba porque viniendo de quién venía para mí era un cumplido.
Aún conservo el Lamson que me regalaste, ahora no es un carrete, para mí es un tesoro que me recordará de por vida que tu corazón era tan grande como tu persona.
Te echaré mucho de menos y espero que estés en tu querido Tajo inmortal.
Te quiero tío Francisco.
Hola Pablo.
EliminarRio Tajo, pesca a mosca y Paco Pepe siempre estarán ligados.
No se entendera una cosa sin otra, cuando en las tertulias de pescadores se hable del rio Tajo y de sus dificilísimas truchas, siempre estara presente Paco Pepe.
Por otra parte comentar que muchos mosqueros le deben a Paco Pepe pescar donde pescan y cuando lo hacen, tuvo un trabajo en las sombras poco agradecido por los beneficiados, pero él no buscaba alagos, las cosas las hacía porque le salían del corazón.
Un saludo
Paco, sentidas palabras, sentidos recuerdos "que no han de volver" pero que siempre estarán en nuestro ser.
ResponderEliminarPero ese Bambú que firma tu escrito no soy yo. ¡Ojalá lo fuera! Abrazos, bambú
El Maestro de mi Maestro siempre tendra un espacio en mi corazón.
EliminarTienes razón en lo de Bambú y por eso lo he eliminado.
Un fuerte abrazo
Soy Mati la hermana de Paco Pepe. Gracias, por este bonito recuerdo
ResponderEliminarHola Mati.
EliminarEl otro dia la pena y la congoja apenas me dejaban articular palabra y te pude contar muy poquito, poco de lo mucho que he disfrutado de tu hermano y poco del gran cariño que le tenía.
Cuando quieras podemos tener una conversación y charlar y recordar.
Un fuerte abrazo.
Me encantaría. Como tengo tu teléfono te llamaré cuando pasen u os días. Un abrazo
ResponderEliminarCuando me llames dejame un mensaje, normalmente si me llaman y no conozco quien es no suelo cogerlo
ResponderEliminarPaco, hoy he visto tu video de Homenaje a mi querido hermano. No sé si veras esta entrada, no sé donde escribirte. Es para darte las gracias por el precioso video que le has dedicado. No tengo tu telefono para llamarte y darte las gracias de palabra. Te dejo mi mail matildevazquez@gmail.com
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