Lo cierto es que una vez saldado dicho primer obstáculo, las cosas se ven diferentes desde las aguas. El rio te deja descubrir pequeños rincones, enclaves atractivos en los cuales si has hecho los deberes como se deben hacer, o lo que es lo mismo, si vadeas las aguas con sigilo, puedes descubrir la sinuosa silueta de una bonita trucha, bien pegada a la solapa, bien delante de la piedra, o mejor aún, cebándose al final de una corrientita… cosas que no dejan indiferente al mosquero avisado.
Dando ejemplo y procediendo con cautela pude ofrecer el engaño de mi mosca a varias de las truchas que vi. Pena no fueran del tamaño esperado, sino truchas de tamaño contenido, cosa que por el contrario no quita placer a la acción de pesca.
Calor, mucho calor, diríase que asfixiante. Y es que pescar en fechas calurosas estos ríos calizos rodeados de áridos barbechos no es cómodo precisamente. Al pescador enfundado en vader hasta la axilas, no le queda otra sino chapuzarse como puede brazos y cabeza con el agua del rio refrescándose en lo posible.
La jornada tuvo mucho de aprendizaje…
En un momento dado observe un tricóptero golpeteando las aguas y como no se observaban eclosiones, busque entre mis cajas de moscas la imitación de un trico montado en pelo de ciervo y lo anude al bajo.
-¿Vas a poner un trico?-
-Si, a ver si con el consigo alguna trucha-
-No pongas esa mosca, las truchas rechazan mucho esos montajes-
Más yo en mi osadía no acepte el consejo y fui lanzando el trico sobre las buenas posturas que tenía delante.
Me alegro que una trucha se lanzara a por él, clave con seguridad y conseguí la captura de una pequeña trucha. Se la mostré a mi compañero como queriéndole decir
-Ves, ves como con el trico también se pesca-
Aguas arriba observamos la cebada de una trucha, de una buena trucha que asaz rebasaría los dos palmos de tamaño
-Péscala tú, Paco-
Me acerque con cautela, estire el bajo de línea, hice un lance medido un metro por encima de donde la trucha se cebo con anterioridad.
Rápidamente la trucha se acerco a la mosca, y cuando ya me las prometía muy felices, en el último momento la trucha rechazo mi mosca y huyo despavorida.
Volví la cabeza y mire a mi compañero, éste me indicaba con la mano que me acercara a él, tras acercarme me atizo un pescozón.
-Ves, ya te dije que las truchas rechazaban mucho esas moscas-
-¡¡A qué coño quieres pescar una truchita pequeña con esa mosca si luego tienes una buena trucha y la mosca hace que rechace!!-
No pude sino aceptar la regañina (amistosa por otra parte) diciéndome para los adentros que hice mal, muy mal no aceptando el buen consejo del maestro pescador… rebelde que es uno.
Varias capturas tuvimos, preciosos lances que disfrutamos a la par tanto si uno era el pescador como si observaba el buen hacer del compañero y es que, la pesca a mosca es mucho más que conseguir capturar truchas. Es disfrutar del entorno que nos rodea con sus incontables particularidades.
Llego la noche y aun queda algo reseñable.
En el pueblo habíamos quedado con dos mosqueros amigos y compañeros que pescaban otro tramo del mismo rio.
Sentado en la terraza del restaurante, dando buena cuenta de unos huevos fritos con patatas y panceta acompañado todo de refrescante clarita de cerveza escuchando los relatos de los compañeros y lo sucedido en la jornada de pesca uno se siente muy pequeño y humilde rodeado de tan buenos mosqueros y sobre todo agradecido de poder compartir sensaciones y vivencias.
LasmoscasdePaco.
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