Esta
temporada no llegaron los Idus de Marzo en su momento, no llegaron en marzo,
tampoco aparecieron en abril y tuvimos que pasar diez días de la calenda para
encontrarlos.
Hete aquí
que ante la insensatez de nuestros gobernantes en esto del medio ambiente aconsejados
por personajes de igual talla, madre natura que es la docta permite o no pescar
cuando a ella le place.
Con dichas
premisas llegamos a las fechas que nos ocupan para pescar nuestros queridos ríos
de la Sierra Norte.
No las tenía
todas conmigo cuando arribe a la vera del rio, mas fue ver la piedra indicador
del estado de las aguas (piedra colmatada por el agua imposible de pescar por exceso,
piedra medio aflorante caudal óptimo, piedra en seco imposible de pescar por
escaso caudal) y cubrírseme el rostro con una sonrisa satisfactoria.
El rio
bajaba pescable, quizás un poquito alto para decir fetén, pero así la pesca se
adita con un puntito de peligro y esfuerzo que tiñe de riesgo y aventura la
jornada de pesca.
Las veredas
se cierran por ramas y palos arrastrados por las aguas y por nuevos brotes que
crecen sin que nadie las modere al punto que hay tramos que toca podar y
tronchar para abrir de nuevo vereda.
Manolo el
buitre me observa desde los riscos, años a llego solo expulsado de la buitrera
origen y poco a poco hizo familia, ya son mas de media docena los buitres que
ocupan las peñas que caen a plomo sobre las aguas del rio de las Xanas.
Al fin llego
al vado de la risa, evalúo la dificultad del vadeo y llego a la conclusión que
no hace falta tanto pan para tan poca salsa. Estoy solo en el rio y tengo mucho
tramo aguas arriba para disfrutar de una jornada de pesca, con lo cual
desestimo vadearlas al igual que la zorra hizo con las uvas.
Monto el
equipo y opto por anudar al bajo de línea una hermosa Royal Coachman montada en
un anzuelo del número doce.
Pescando los
mismos chorros del vado de la risa me suben las primeras dos truchas que no
consigo sujetar en el anzuelo.
Avanzo aguas
arriba y pesco un tramo abierto donde el viento provoca errar en la puntería y
enganchar en ocasiones la mosca en las ramas de las orillas, pero es que aquí,
como en casi todos lados, si no arriesgas no pescas y los lances se tienen que
ajustar a las orillas y a los rincones más intrincados.
Pescando la
cabecera de una poza la Royal se hunde por mor de la fuerza de la corriente y
en una de éstas según observo la mosca sumergida más de un palmo veo como una
trucha aflora del fondo, toma la mosca se gira y profundiza en las aguas.
Yo tenso línea
y clavo firmemente.
La trucha al
sentirse aprehendida opone brava aunque inútil lucha, sujetar y dominar una
captura en un pozo de aguas profundas es sencillo examen para un viejo aprendiz
de mosquero, acaso evitar que la trucha llegue a las salgueras sumergidas,
trabajarla a medias aguas en el centro de la poza hasta conseguir doblegar el tesón
de la bella Xana y al final acogerla en la malla de nuestra sacadora.
Desclavarla
del anzuelo y realizar un corto video con la cámara fotográfica inmortalizando
el momento de su devolución.
Tras ello
observar complacido el entorno que nos rodea y rememorar el lance vivido con
grato placer.
Seguimos
ascendiendo por el rio vadeando aguas bravas que conseguimos atravesar gracias
a los asideros que lo son las ramas de las sargas.
Así entre resbalón
y resbalón observo alguna tímida cebada, normalmente en los blandos de finales
o laterales de las corrientes.
No queda
sino posicionarse con seguridad y realizar óptimos lances para más temprano que tarde, la trucha se
cebe franca a nuestra imitación.
Son truchas
comedidas, de otro rio diríamos escuetas pero en estos ríos de montaña es
tamaño común, aquí la satisfacción no es conseguir captura tamaña sino
disfrutar de un compendio de sensaciones donde el entorno inclina mucho la
balanza.
Pasó el día
raudo, pesco una de las pozas ya próximas al final del tramo.
Sé que estoy
próximo al cénit de la jornada y disfruto de los últimos lances finales,
lanzando al filo de la corriente de cabecera de la poza, uno, dos, tres, sinfín
de lances, disfrutando del lance, de la posada, de la deriva.
Al fin una
trucha osada sube y toma la mosca con rapidez, quizás incitada de tanto lance.
Consigo clavarla y disfruto con placer de la lucha que me ofrece.
A la postre
la trucha llega a mis manos donde disfruto de su bella librea antes de
devolverla a las aguas, un verdadero placer.
Ya solo
queda tornar trocha hasta donde dejamos el auto, paso a paso, disfrutando del
entorno que me rodea, siento el cansancio del día de pesca en mis piernas y
rememoro muchos de los lances vividos.
Satisfacción
y cansancio es buen aliño, y así echando una última ojeada a los altos neveros
del pico Ocejón comienzo retorno por sinuosas carreteras.
Un verdadero
placer volver a pescar estos bellos parajes de la Sierra Norte y conseguir
capturar alguna de sus bellas Xanas que me tienen hechizado y me obligan a
visitarlas una y otra vez sin remisión.
LasmoscasdePaco.
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