
Estamos a mucha altura y la primavera apenas se insinúa en flores de espinos, los arboles, los robles, siguen desnudos de hojas y sus bosques tienen un encanto especial, un aire místico o misterioso que determinadas formaciones rocosas no hacen más que abundar en ello.

Las aguas del rio altas y frías, porque en las alturas sigue habiendo nieve, de hecho en el viaje de ida nos hemos cruzado con varios tramos nevados en la carretera.

El rio a ratos vadeable a tramos (hoy he utilizado el bastón de vadeo y cuánta seguridad se siente al vadear) todo lo contrario muchos otros.
Siempre con la inseguridad que procuran las piedras lisas, siempre jugando con el albur de la caída inesperada y consecuente chapuzón.

Un cambio notorio es la observación de insectos, en poca cantidad, algunos plecópteros, algunos pardones y algunos rabilargos, siempre escasos, pero suficientes como para que el mosquero tenga un plus de confianza en su mosca seca atada al bajo de línea.

Intercale ratos de pesca con pardones, con la socorrida Royal, para al final montar el “Pleco-Royal” que a la postre fue la mosca victoriosa.

Las truchas pescadas siempre en los blanditos, siempre en aguas lentas o paradas, al resguardo de grandes piedras o pegadas a las orillas.

Truchas pequeñas de tamaño, de cuerpo laxo, de corta pelea a las que hay que tratar con el máximo mimo y cuidado para dañarlas lo mínimo, acaso la licencia de retenerlas lo imprescindible para una rápida fotografía.

Quizás lo reseñable de la jornada es el ejercicio de la pesca a mosca seca en aguas movidas.
Colocación, estudio de la corriente para evitar dragados, derivas cortas y lances, muchísimos lances, uno tras otro donde, con fortuna, una pequeña trucha arremete rauda nuestra mosca, tan rápido que las ocasiones en que clavamos la trucha y las que fallamos se reparten a la par.

Aun nos queda un rato a final de la jornada para pescar en compañía de los compañeros.
De aposentarnos en la orilla de una larga tabla de aguas esperando la delatora y esperada cebada. Una, dos, tres tímidas y esporádicas, poco más.

Me aposturo al final de la tabla lanzando en la zona donde observe una cebada, empero mis lances no tienen premio, poso la mosca una y otra vez sin resultados satisfactorios.
Álvaro en la misma tesitura es más afortunado y tras más de una docena de lances la trucha se ceba a su mosca, tan rápida y sorpresiva que no atina a clavarla.

Juanma se conforma con vernos lanzar y realizar unas fotografías.
El cielo se cierra, el frio del atardecer se adueña del entorno y provoca que demos por terminada la jornada de pesca.

Ocho o diez truchuelas capturadas, suficientes para satisfacer nuestras ansias de capturas, quizás apesadumbrados por el poco empaque de tamañas truchas.
Sin embargo al terminar la jornada y rememorar los lances y las capturas terminamos con una grata sensación de satisfacción y de volver en una próxima salida a buscar nuestras queridas Xanas que nos hechizaron tiempo ha.
LasmoscasdePaco.
This looks just like one of my favorite places to fish in Colorado! Paco, those flies are great fish getters.
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