No es habitual encontrarse con la cara amable del rio padre. Para ello hay que acudir con cierta frecuencia al rio y en diversos momentos de la temporada.
Lo cierto es que tras los calores estivales suelen devenir unos días de actividad inusitada y seguirle otros acompasados donde disfrutar del rio y de la pesca a mosca.
El tramo de rio a pescar era muy variado, combinando tramos de corrientes con pozas y largas tablas de aguas lentas, mas de los ultimo que de lo primero.
Un lujo. Sencillamente es un lujo el poder posar moscas por el rio tras las pintonas en el mes de octubre, quien lo diría hace unos años.
Iniciamos la jornada pescando unas corrientes muy apetecibles donde el decano soltó traílla a sus alumnos y con mayor o menor fortuna fuimos consiguiendo engañar pintonas con una frecuencia interesante.
La mosca que funciono fueron variaciones de epemerelidos con tonos poco concretos (verde-ocre-ámbar-amarillo)
Pronto agotamos las corrientes y comenzamos tramos más serios, tablas de aguas en las que al menos había corrientes.
Aposturados oteábamos las aguas en espera de detectar las cebadas de las truchas, una vez determinado el lugar la cosa se volvía más sencilla, aproximación, lances medios, posadas con tino y la trucha tomaba nuestras moscas con determinación
Fue una jornada donde Nacho empezó a hacer las cosas por propia iniciativa, empleando y plasmando todos aquellos consejos que le habían dado, donde el rio padre abría sus puertas y mostraba en ocasiones sus esquivas y preciados tesoros de pintas rojas.
Quien relata conjugaba momentos de pesca a la par con los compañeros con otros de pesca en solitario, buscando la pintona en lugares menos propicios a simple vista pero que siempre dieron resultados.
Pescar pegado a las orillas, pescando ramales de aguas escasas y sombreadas, o pescar rabiones de aguas poco profundas, a sabiendas que en ocasiones salta la sorpresa y puedes encontrarte una “loba del rio” pegada a la orilla en un palmo de agua
No hubo de aquello, no hubo captura de tamaño respetable, pero si media docena de capturas de “truchuelas” que aditaron una jornada de pesca muy placida.
Llegamos a aguas serias, afrontamos tablas de aguas paradas donde la experiencia y el saber son avales necesarios.
Donde el rio padre te hacer sacar todo lo mejor, tanto del pescador como del equipo de pesca.
Precaución, sigilo, posicionamiento y lance. Lance largo, lance exigente, posada suave, mosca apropiada, deriva perfecta.
Si somos capaces de realizar todo ello puede que consigamos engañar a las bravas pintonas que habitan esas aguas, que se ceben a nuestra mosca.
Momento del clavado, de la lucha del pez, de controlar su huida y evitar los perdederos para al fin conseguir llevarnos a “maese pintona” a las manos.
Queda una rápida fotografía y devolver la trucha a su hábitat.
Ascendiendo por el rio llegamos a una poza, una de las pozas con nombre propio, la poza de “L.Q.”, pero lo acaecido en dicho lugar tendrá espacio propio en un nuevo relato…
Cae la tarde, el rio se torna en grises y opacos, se me hace muy difícil concretar las cosas, todo es un difuminado de brillos, tornasoles que provoca los avisos de mi compañero,
-Clava, Paco. ¿No ves que te están picando?-
-No veo ni por donde deriva la mosca-
Mis compañeros hacen acopio de capturas mientras yo fallo las propias.
Al fin consigo clavar una de las truchas que se ceban a mi mosca y llevar a buen fin el lance.
Ya colmadas mis ansias de capturas me dedique a observar el rio, el entorno, el buen hacer de mis compañeros, de disfrutar del rio mucho más ampliamente, de manera diferente, no tan solo buscando una nueva captura, sino mas bien buscando “La captura”.
Lo cierto es que disfruto muchísimo en el rio, disfruto del entorno, de la observación de la naturaleza que nos rodea, de los mil sucesos diarios y, como no puede ser de otra manera disfruto (y aprendo) mucho, muchísimo, de ver pescar a mis compañeros mosqueros, de sus lances y sus capturas.
LasmoscasdePaco.
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