De Ríos y de Truchas. Y de Pesca a Mosca. Y de amigos mosqueros.

Aquí se plasmarán todas esas ideas, sensaciones y vivencias de un pescador a mosca y de su grupo de compañeros.

Su finalidad es tratar de inculcar que la pesca a mosca puede llegar a ser una forma de vida.

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Competición NO..... Gracias.

lunes, 8 de octubre de 2012

PEQUEÑOS TRAMOS … GRANDES SATISFACCIONES …

No hace mucho disfrute de una jornada de pesca muy particular.

Una escapada para mojar moscas después de la dura jornada laboral.

Lo cierto es que en las épocas que estamos meterte en las aguas para mosquear a las 17 horas puede parecer un tanto tardío.

 La jornada apenas da para tres horas que bien pueden saber a poco, sobre todo si para llegar al rio tienes que hacerte más de 150 kmtrs.


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Y puede que sea cierto en cuanto a tiempo, al menos para quien relata que acostumbra a estar en el rio a horas próximas al orto y no salir de las aguas hasta el ocaso.

Mas todo es plantearse la jornada y, sabiendo que no hay mucho tiempo, concretar en lo posible.


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Así fue como escogí un pequeño tramo de un gran rio, un tramo de aguas corrientes de apenas 100 metros flanqueadas por larguísimas tablas de aguas lentas y profundas imposibles de pescar.

 Es por ello por lo que no acudo con frecuencia a pescar el tramo, porque no da para pescar todo el día, empero suficiente escenario para varear con mesura un corto atardecer.

Se nota, se nota en el ambiente, se nota en el colorido de la ribera, incluso diría que se nota en el olor del aire. 

El rio ha cambiado.

El rio no padece el fortísimo estiaje del pasado mes de agosto, ese calor asolador cual plomo derretido que obligaba a refugiarse a los habitantes de las riberas, sotos y frondas. 

A las truchas en el rio y al osado mosquero que atreviose a intentar pescar truchas bajo abrasadores 40 grados de temperatura.


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Las temperaturas atemperaron, incluso hace frio en las noches y el amanecer es frio.

Algunas tormentas dejaron caer gotas de aguas que sedientas toman los montes, las plantas, los arboles.

No lo suficiente como para notarse en el caudal del rio pero si al menos en la temperatura de las aguas.


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Y con este frescor la cosa cambia.

Las moscas en mayor o menor medida eclosionan durante el día y, tras ellas, las truchas se apostan en las corrientes en posturas de caza.

Y allí se posiciona el mosquero. 

Oteando las aguas, concretando espacios en busca de la sutil pero delatora cebada.

Tras ello queda el lance concreto, acaso no tan sigiloso como cuando se pescan aguas calmas, pero siempre sutil, siempre preciso.

Y la trucha, a la caza en aguas rizadas toma nuestras imitaciones. 

En ocasiones vemos como la mosca atraviesa la zona donde vimos la cebada y, segundo después observamos a la trucha, esa mancha rubia-verdosa por las aguas lanzarse aguas abajo en pos de nuestra mosca.

Llegar a ella, atraparla en feroz cebada y volverse aguas arriba.

Es entonces cuando el certero cacheteo del mosquero frena su carrera y la trucha tras explosión y cabriolas busca el perdedero, el zafarse del gancho aprehensor.


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Son momentos de deleite mosquero, momentos de placer donde en desigual lucha el mosquero afortunado consigue vencer a “maese pintona” hasta atraerla a sus manos y tras contemplación de nuevo devolverla a su medio, a su rio, a nuestro rio donde si somos afortunados volver a pescarla en un futuro.

Así fue como disfrute de un hermoso atardecer mosquero en el rio.

Mesurando muy mucho el paso, moviéndome poco y atisbando las aguas, notando como las sombras del atardecer se alargan, caen sobre el rio y tapizan en opaco las aguas.

Ojo avizor observo de nuevo la cebada de la trucha, espero sin moverme un buen rato, de nuevo se ceba en el mismo lugar, y una tercera vez.


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Estiro el bajo, flotabilizo la “marroncita”, avanzo un par de pasos y aseguro con firmeza los pies. 

Tras ello un lance, no demasiado largo, un lance medio, eso sí, bastante preciso que posa la mosca un par de metros por arriba de la cebada observada.

 El lance no falla, la mosca bailotea por las corrientes aguas abajo y cuando llega al punto donde observe la cebada la trucha emerge de las aguas y toma la imitación.

Le sigue una nueva lucha y nuevo tironeo, un nuevo evitar zafarse del anzuelo para al fin sacar la cabeza por encima del agua ofreciéndose vencida, acercarla a la sacadora y enredarla.

 Observar tan bello animal moteado de rojo, acaso una rápida fotografía y de nuevo devuelta a sus aguas.


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Queda sentarse plácidamente en un mojón de yerbas aflorantes de las aguas y vivir el anochecer.

 Escuchar el murmullo de las aguas y los mil ruidos de los habitantes de la ribera del rio.

El cielo se tapiza de bellas estrellas y sobre ellas resalta media luna cortada a tajo.

Es hora de salir de las aguas, de trochar el sendero iluminado por la linterna frontal hasta llegar al auto.

De cambiarnos de habito y sentir el abrigo de ropa seca.


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Tras ello conducir por la pista forestal que de nuevo nos devuelve a la realidad de una existencia urbana, de automóviles y farolas, de humos y altos edificios.

No queda otra sino recordar lo vivido, recordar el placer de la pesca a mosca y lo afortunado que soy por poder practicarla.



                  LasmoscasdePaco.

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