XANAS… QUE TE EMBRUJAN….

Por fin vuelvo a mis lares, a mis bosques, a mis ríos.

Bosques impenetrables, laderas duras y escarpadas, pizarras lisas y, allá en lo profundo del barranco, ríos cristalinos tan duros de transitar como todo el entorno que lo rodea.

Tierra Fronteriza donde Mío Cid a su paso conquisto  territorios e hizo amigos profesos de la media luna.



Tierra Foramontana donde sus moradores sabían del embrujo de Xanas y Lamias que habitaban los ríos.

Al igual que ellos yo caí tiempo atrás bajo el influjo de las Xanas que me hacen temporada tras temporada ir a buscarlas en lo más abrupto e intrincado del rio, allá donde moran.



Los albores del día me encuentran trochando por el semi desaparecido sendero que tan pronto se pega a la ribera del rio como se empina por la ladera del monte.

Tras una hora de trochar llego a la zona del rio escogida, fatigado por la caminata e ilusionado por comenzar a lanzar mis moscas en el rio.



El enclave es impactante, encajonado en un abrupto estrecho, con laderas pizarrosas que caen a plomo sobre un rio apenas flanqueado por cinco metros de bosque de ribera.
Un rio que alterna largas tablas, en el presente profundas y zonas de chorros y corrientes, con un fondo plagado de bolos de piedra y lisas y deslizantes losas de pizarra que vuelven duro y arriesgado el transitar por el cauce.



Una vez que el corazón serena su encabritado palpitar causado al igual por la dura caminata y por la emoción del momento, monto el equipo de pesca y anudo al extremo del bajo de nylon una bonita Royal con la que engatusar a alguna de las Xanas que allí moran.



No tarda en aparecer. Curiosa, rauda y engolosinada por el bailoteo de la Royal al filo de la corriente. Clavo, tenso y la Xana al sentirse apresada huye despavorida a la profundidad de la poza, en busca del cobijo de las rocas del fondo donde poder desasirse del engaño que la atenaza. Mas es en vano, con seguridad voy atemperando sus bruscas arremetidas y acercándola a la orilla hasta que por fin la atrapo en mis manos. 



Engañosa se deja hacer, se muestra vencida sin oponer resistencia y es entonces creyéndome confiado cuando se retuerce y rabotea entre mis manos buscando liberarse.
Precavido no caigo en el engaño, espero el fin de sus arremetidas y con mucha o poca maña realizo una fotografía.


Tras ello la introduzco en las aguas para dejar de apresarla con mis manos.
La Xana, asombrada por tal proceder se gira como si quisiera recordar quien la apreso y quien la devolvió a su morada. Con un sentimiento a la par de miedo y agradecimiento.
Mas esos turbadores momentos estan cargados de engaño. Lo que yo no aprecio es el siseante sortilegio que la Xana me lanza. Embrujo que cala en lo más profundo de mí ser y que me obligara en futuras jornadas a volver a este mismo punto en busca de la Xana que me embrujo y atrapo.



Vuelan efémeras olivas y pardas por el rio que provocan subidas y cebadas de golosas Xanas. Yo, ojo avizor, lanzo tándem de ninfa y Royal tras dichas cebadas que las engañan en trampa artera consiguiendo la mayoría de las veces llegar a apresar a tan bonitas joyas del rio.
Y una vez tras otra las Xanas me embrujan sin apercibirme de ello.



Sin apenas darme cuenta la jornada torna a su fin. Me siento tan hambriento, cansado y fatigado como placido, feliz y enamorado del entorno que me rodea.



Vuelvo al punto donde inicie la jornada y desde donde tornare a mi hogar, embrujado hasta las cachas por los sortilegios que las Xanas del rio me lanzaron…

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-Ya, Paco. Un bonito cuento para hacer una nueva peli con Frodo y sus colegas los Elfos, pero vamos al turrón. ¿Con que pescaste? ¿Cuántas truchas pillaste?



-Eso, entrañable compañero mosquero, lo contare en algún nuevo resumen de jornada de pesca.
En esta ocasión te ofrezco algo más profundo.
Escribo sobre mis sensaciones, de mis sentimientos y del porque de ese veneno que corre por mis venas que es para mí la pesca a mosca. –



Gracias a Álvaro y Juan Manuel. Con quien compartí tan grata jornada de pesca.

LasmoscasdePaco.