Tierras de Castilla, ríos entre los Campos de Castilla….
Hoy salgo de mis querencias para acudir a una cita con el rio.
Dejo la sierra brava, la braña, la roca de pizarra y el bosque de jaras y quejigos.
Cruzo montañas norteñas por el paso de Somosierra, faldeo la sierra y me veo inmerso en inmensos campos de cereal.
Atravieso pueblos Castellanos con aromas de cocinas, del cordero y el cochino, de las hogazas de pan y del buen vino, que por algo todas las vegas llegan al Duero.
El rio baja alto, pero pescable. Por sus cauces más planos se desborda por caminos y choperas. Corrientes, tablas de agua con suelos de arena y guijo al que tan poco acostumbrado estoy en los últimos tiempos.
Pesco desde el rio, extraño el amplio panorama que se divisa. No hay rocas, ni profundas pozas invadeables, el rio es un fluir de aguas serpenteantes con pocos obstáculos. Afirmo los pies en el lecho, fina grava me sujeta y me acomoda el grato andar, sin el martirio de pizarras resbalosas o grandes bolos de piedras que hacen inseguro el paso y al que me castigan mis ríos serranos.
Veo eclosiones, muchas eclosiones. De grandes Pardones, de rojizas Ritrogenas, de medianos Bétidos de saltones Tricópteros y al amor de ellas veo cebadas, cebadas francas, generosas que se divisan desde lejos.
Realizo lances lejanos, la seda fluye paralela al agua, se despliega y posa suavemente la mosca atada en su extremo en un fluir tranquilo y reposado. La mosca se posa en lugares escogidos, pegada a la orilla en la sobaquera del rio, bajo las ramas del chopo caído, al filo de la vena de la corriente, en el parado sombreado por el talud de tierra de la orilla.
Pesco al acecho, buscando cebadas que delatan la presencia de truchas. Cuando esto ocurre es frecuente que ante la provocación del paso de la mosca la trucha se aboque a ella, incluso que si has fallado y el pez no ha notado el engaño puedas volver a renovar el lance y la trucha repita el ataque.
Pesco con bonitas imitaciones de Pardones que por más decir son atacadas activamente por las truchas. Truchas de hermoso tamaño que ofrecen una dura y emocionante lucha. Truchas que no se dan por vencidas ni aun cuando están en nuestras manos. Truchas claritas con hermosos puntos rojos muy diferentes a las oscuras y acebradas que acostumbro a pescar.
El rio se abre en varias regueras, escojo una de ellas, por su corriente pegada a la orilla contraria hago navegar la mosca que baja rebrincando por las aguas. Renuevo el lance y a mitad de camino la mosca es engullida por la trucha. Clavo con certeza, ya en el mismo acto noto gran resistencia. La trucha salta y hace cabriolas por encima del agua. Es una trucha grande, una trucha hermosa. Corre alocada por la corriente pese a la tensión que la obliga el hilo que nos une. Aplico la fuerza justa, se que la resistencia del nylon está a prueba, en muchas ocasiones al límite cuando tenso y fuerzo para que la trucha no se meta en las ovas, cuando la obligo a cambiar el sentido de su marcha y que no se vaya al profundo pozo.
La lucha se alarga y sigo sin dominar la contienda. La línea sale rauda del carrete por mor de las huidizas carreras de la trucha, ni mucho menos la lid está ganada.
Sigo atemperando los brucos arreones de tan bravo animal, dominándole pero lo justo en un ten con ten donde el limite lo pone la resistencia del hilo y al que nunca hay que llegar.
Poco a poco la trucha se va cansando, mi brazo también pero la balanza se inclina a mi favor, la trucha se acerca sinuosa, la agarro por el nacimiento de la cola y por las aletas pectorales. Aun tiene fuerzas para dar rabotazos y en un tris esta de escurrírseme de las manos y escaparse.
Mi compañero hace unas fotos de recuerdo rápidamente y yo vuelvo a sumergir la trucha en las aguas, la sujeto por la cola la acuno hacia delante y detrás, tras un buen rato noto como quiere liberarse de la mano que la sujeta, sigo manteniéndola un rato así esperando que se recupere. Tras un fuerte coletazo la libero y nada rauda hacia aguas profundas.
La jornada va tocando a su fin y, más rápido si cabe al avecinarse una tormenta que empieza con fuertes rachas de viento, rayos, relámpagos y grandes goterones de agua.
La vuelta a casa, viendo como la lluvia riega los campos de cereal castellanos es un placer, más si cabe recordando, saboreando de nuevo el bonito lance de pesca que me deparo tan hermosa trucha.
LasmoscasdePaco.
Que río pescaste, Paco?
ResponderEliminarHola Enrique.
ResponderEliminarTe he contestado via correo electronico.
Muy guapo el relato.
ResponderEliminarSaludos.
castilla es castilla
ResponderEliminarEs cierto, Castilla es Castilla y sus rios albergan grandes y buenas truchas.
ResponderEliminarYo estoy acostumbrado a otro tipo de escenarios. A la roca y la pizarra, a la corriente que te echa para atras y la pequeña pero profunda poza. A jugarte el chapuzon por proseguir avanzando o tener casi que reptar por el suelo pasando por una trocha jabalinera.
Son diferentes los rios, ni mejores ni peores, sino diferentes. A estos rios comodos estoy muy poco acostumbrado y, estoy seguro que una "vara" acostumbrada aqui pescara mucho mas que yo.
Hermosa trucha... en hora buena Paco
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