Pescadores a mosca, a mosca seca a mas decir. Practicantes del captura y suelta no por obligación sino por concienciación.
Respetuosos con las capturas, con el entorno, con el rio (que lección les dieron a unos que yo me sé hace un par de años… cara roja de vergüenza debería ponérseles).
Ante la insistencia de compartir una jornada de pesca a la par decidí aceptar pese a los recelos, pues los últimos encuentros con nuevos pescadores han sido más bien agridulces sino agrios totales, con excepciones, por supuesto.

El tramo de rio a pescar es más bien recatado, mas aun si en dicho espacio tienen que actuar cinco varas, pero la cosa pasa por amoldarse, entenderse y compenetrarse… ya, ya sé que esto a algún “medallista” le suena a chino pero no me cansare de decirlo… espabilaos, que los ríos son de todos, para pescarlos para disfrutarlos, para compartirlos y para cuidarlos y no solo cuando sacamos tajada publicitaria del asunto.
Tres parejas, tramo dividido en tres porciones y si nos encontramos pues a cedernos lances, sin problemas.
Mi idea original fue pescar con Antonio, así echamos los primeros lances en un rio tomado, chocolate.
El motivo pues un par de docenas de vacas metidas en el lecho del rio comiendo berros y demás yerbas jugosas.

Antes de proseguir comentar que encontré al ganadero y que le advertí que las vacas no pueden estar metidas en el rio, a lo que el buen señor me comento que el guarda de la Confederación Hidrográfica le había dicho que si, que las metiera que no había problema… no sé de quién recelar si de la arana del ganadero o la inutilidad del guarda.
Sea como fuere se le advirtió que eso no es así y que de proseguir su actitud le caería una nueva multa por denuncia como ya le cayó hace un par de años.

Mal día de pesca. Aguas turbias, nulas eclosiones (seguimos sin encontrar las hadas amarillas), muchos mosqueros.
Fueron pocas capturas y de tamaño comedido las conseguidas pescando a la par, además nos toco el tramo donde estaban las vacas metidas en el agua.
Comiendo me presentaron a Aurelio y a Raúl, me dijeron que Aurelio era novel mosquero que viniendo de la pesca a ninfa se estaba enamorando de la pesca a mosca seca.
Tras comer volvimos a pescar, empezamos juntos y note claramente la bisoñez de Aurelio con la mosca seca.
No me gusta enseñar ni ser profesor de nada, entre otra cosas porque creo que tengo mucho que aprender y poco que enseñar, pero ante un mosquero novel decidí acompañarle y darle mi visión en cuanto a manejarse con la mosca seca.

Posicionarse en lo posible para evitar dragados, posar la mosca adelantada al punto donde creemos estará la trucha, posar la mosca suavemente, elegir el tipo de mosca a emplear y algún tipo de lance fueron mis consejos que puso en práctica y observo como con ello las cosas que no le salían le empezaban a salir.
Si a ello añadimos que alguna trucha quiso ayudar y premiarle con su captura, la cosa termino satisfactoriamente y con Aurelio deseando repetir jornada de pesca a mosca… a mosca seca.
-Paco, tú me podrías enseñar?-
-Mira yo podría ayudarte, pero yo no soy maestro de nada. Eso sí, te pediría una cosa-
-Dime-
-Que no lleves encima ninfas-
Ya en el ocaso de la tarde tuve un ratito de pesca en solitario.
Elegí el tramo, acaso cincuenta metros, tabla partida al medio por una cascadita que formaba una corriente… y un pequeño brazo que recordaba muy intricando y difícil de vadear.

En la tablita pesque varias truchuelas como y donde mandan los cánones.
Habiendo Isoperlas en danza la mosca a utilizar es clara, una imitación de la misma.
Las zonas a pescar también claros, a expensas de cebadas pescar las corrientes de la cascadita, esas aguas rápidas… y un par de puntos querenciosos pegados a las orillas.
El punto sobre la i me lo reservaba el brazo del rio, veinte metros de aguas profundas, metro de ancho y flanqueado totalmente por juncos lirios y demás.

Dos cebadas, alejadas una de otra. La una a mitad de tabla tomando pegadita a los juncos.
La otra en la cabecera y por delante de unos juncos que cierran paso y lance.
Me tome mi tiempo, espere a que la cebada mas próxima la de mitad de tabla volviera a cebarse varias veces, se confiase.
Me decidí a pescarla, preferí dejar la mosca alejada de la orilla antes de que se enredase entre los juncos y perdiera opción a captura.
Lance apartado de la orilla, acaso dos palmos.
El menú engañoso fue tan tentador que la trucha tomo glotona la mosca, ya avisado clave con seguridad y firmeza.
La trucha trataba de buscar el perdedero de los juncales de las orillas y mi empeño fue que la lid se escenificara en medio del canal, atrayéndola lo más rápido posible y enmallándola en la red de la sacadera con presteza.
Tras ello la devolución de una trucha que sin ser tamaña ya apuntaba.

Quedaba lo difícil, la prueba del mosquero, el reto a solventar.
Tras esperar la trucha de cabecera volvió a cebarse, empero cómo pescar una trucha que medio metro por delante de ella tenía una barrera de juncos y dos metros por detrás una nueva cortina de juncos dificultaba el lance.
Si a ello añadimos que la profundidad del canalillo impedía aproximarme y la distancia aproximada seria dieciocho metros el reto tornaba arduo.
Lance rectilíneo para que el trasero no se enganchara en los juncales laterales de por detrás.
Lance alejado delantero, además elevado, para que la línea pasara por encima de la cortina de juncos y la mosca terminara cayendo a las aguas.
Por si la cosa no fuera difícil, posada muy aproximada a la zona de cebada… un reto a superar.

El primer lance, fue más o menos bueno, con la excepción de que la mosca quedo muy por detrás de la cebada.
Ahora quedaba salvar la mosca pasando por encima de la cortina de juncos donde la línea se apoyaba.
La fortuna me premio recogí rápido a la vez que elevaba la caña, cosa que obligo a que mosca y línea se alzaran y pasaran por encima de los juncos.
-Suerte, Paco. Mucha suerte-
El segundo lance fue peor, la línea poso muy pronto en los juncos, el bajo cayo apilado en las aguas y en el mismo punto la mosca, además por detrás de la cebada.
Al tratar de recoger la mosca se engancho en los juncos que se negaron a devolverla.
Tironeo y tironeo y al final hacer valido en bajo del dieciocho, mosca salvada pero el estrepito fue muy grande, al punto que volvió inútil la pesca de la trucha.
Como no tenia opción a pescar tramo de rio que no se hubiera sido pescado decidí salir del canal, subir a la orilla y desde detrás en medio de juncos y ortigas observar el canal.

Vi como por la orilla contraria bajaban Raúl y Antonio.
-Que, Paco. Como se da?-
-Pues aquí, esperando un imposible-
Les indique donde estaba la trucha, me miraron y con la cara negaron indicándome que aquello no era factible.
Pero si algo soy es terco (que sí, que lo soy) y no quería irme de allí sin intentar capturar la trucha.
Me encontraba muy alejado y rodeado de maleza y con unos encinos próximos por detrás.
-Hay que intentarlo, Paco-
Saque línea, volaba línea por el aire, a cada falso lance mas línea volando, más posibilidades de enganchar en cualquier sitio.
Un par de tirones a la línea con la mano izquierda para sacar línea del carrete y un lance definitivo, línea volando, shooting de la línea sobrante y al final la mosca cayendo en el lugar adecuado.

Tensión, albur, son acaso diez segundos hasta que la mosca se vaya de plaza y el lance no hubiera servido para nada.
No llegaron. Quizás cinco segundos transcurridos y la boca de la trucha atrapa la mosca ofrecida.
Clavo con seguridad y firmeza.
Tensión en la línea sin discontinuidad.
La trucha salta y chapotea sobre las aguas empero yo mantengo la tensión, no cejo en el empeño.
Me aproximo a la orilla subiendo por la maleza de lirios y ortigas, notando las caricias de estas últimas en mis brazos.
Al final no queda otra sino subir a pulso la trucha la orilla en una maniobra que nunca termina de gustarme, sale bien, la trucha llega a mis manos para desclavarla el anzuelo de los morros y devolverla de nuevo a las aguas.
El lance ha sido observado por mis compañeros que me felicitan y aplauden y, mentiría si dijera no sentirme ufano.
Por la dificultad del lance y por la felicitación de mis compañeros.
Un buen broche final a una jornada de pesca un tanto extraña.

Ya en los autos cambiándonos de ropa y tomando una cena campestre comentamos las anécdotas de la jornada, las capturas, las no capturas, el barbo que pico pero se escapo, el que no se escapo.
Las puñeteras vacas que fastidiaron mucho la jornada de pesca.
Para terminar la cosa, llega la lluvia que nos apresta a recoger y salir de allí… una pista de terreno arcilloso, con el automóvil culeando.
Esperar al llegar a la carretera que el resto de autos salieran de la pista y ya todos allí de vuelta a casa por una carretera lluviosa, a veces jarreando bien de bien.

Nuevos conocidos mosqueros con los que he disfrutado de una grata jornada de pesca a mosca… a mosca seca.
Sin olvidar a Álvaro y Juanma, agradecer a Antonio, Aurelio y Raúl la compañía.
Agradecido.
LasmoscasdePaco.