El rio es el espacio intrínseco donde los mosqueros actuamos.
El rio y sus truchas veleidosas, ésas que nos obligan a desplazarnos largas distancias de nuestra residencia en espera que sean complacientes y aboquen las imitaciones de moscas forjadas tras horas de torno de montaje invirtiendo tiempo y esperanza.
Muchas son las jornadas donde el rio se nos muestra cicatero donde por mil circunstancias y por mas que lo intentemos no somos capaces de atesorar capturas o, acaso alguna de refilón. Jornadas que terminan en el amplio y profundo espacio del saco del silencio o la omisión.
El rio Tajo, el entrañable rio padre, es mas bien parco en capturas, quizás sea por ello por lo que sus capturas son tan valoradas.
Hay días que el rio nos abre sus puertas, se conjugan astros celestiales y esas truchas tan ansiadas se muestran con actividad inusitada, días donde esas tablas de aguas tan maravillosas abundan de cebadas propiciadas por eclosiones de insectos.
Fue unos de esos días, acompañaba a un entrañable mosquero leones, mosquero de seca a mas decir, echaba cábalas donde llevarle para que disfrutara de un Tajo maravilloso, de un entorno incomparable y con la esperanza de redondear el día contemplando las pintas rojas de sus bravas truchas.
Siempre es un albur una jornada en el rio padre, dimos larga caminata por escueta trocha donde acá te arañan ramas de boj y allá tienes que trepar por roca dura, al fin llegamos al tramo deseado y al observar las aguas vimos un escenario de pesca plagado de cebadas continuadas, de esas que te hacen salir los ojos de sus órbitas por el asombro.
Sinceramente, el vídeo no es sino mero asomo de tan grata jornada de pesca, difícil expresar tantas vivencias, tanta alegría, tanto disfrute, llenas de innumerables lances de pesca y de cantidad de capturas, sirva como mero aperitivo, espero conseguir transportaros al rio y que disfrutéis de el...
LasmoscasdePaco.
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