De Ríos y de Truchas. Y de Pesca a Mosca. Y de amigos mosqueros.

Aquí se plasmarán todas esas ideas, sensaciones y vivencias de un pescador a mosca y de su grupo de compañeros.

Su finalidad es tratar de inculcar que la pesca a mosca puede llegar a ser una forma de vida.

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lunes, 30 de agosto de 2010

QUINTANALUENGOS, UN PARAISO MOSQUERO.

La segunda jornada de pesca por tierras palentinas la reservamos para volver al rio Pisuerga, coto de Quintanaluengos.

Quintanaluengos nos había dejado un muy buen sabor de boca unas fechas atrás y nos apetecía mucho repetirla y a ser posible vernos las caras con aquellas grandes truchas que nos rompían los bajos del 0.13.
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El caudal del rio era notoriamente menor que la vez pasada, al punto de que algunas tablas que otrora nos depararon muchas capturas (entre el puente del ferrocarril y la pasarela en Barcenilla) estaban muy mermadas de agua y llenas de bogas. Escogí pescar las cabeceras de las tablas, zonas de corrientes previendo que las truchas buscarían aguas oxigenadas y movidas.
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Creo que acerté por la cantidad y tamaño de las capturas. Pesque despacio, muy despacio, realizando docenas de lances a cada postura donde con muy buena frecuencia la Royal que posaba era tomada con avidez por truchas de tamaño respetable.
Ya casi al final de la mañana llegue a la “colada” que tanto me gusta pescar en este coto y que para mí es uno de los lugares idílicos para pescar a mosca de todos los que conozco.
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El lugar estaba ocupado por un par de pescadores ninferos burgaleses con los que cruce un saludo y entable charla.
Mucho le había comentado a mi compañero de pesca de este lugar y, me resistía a que no comprobara el potencial que tiene. Por dicho motivo me dispuse a lanzar mis moscas secas tras los pescadores a ninfa y, en un plis plas conseguí cuatro capturas de truchas con las que demostré a mi compañero la veracidad de mis comentarios. Deje de pescar porque entiendo que no es plato de buen gusto que alguien pescando tras de ti una zona que ya has pescado este sacando truchas, vamos que a nadie nos gusta que nos pesquen las truchas en los zancajos y, no estaba en mi ánimo molestar a los compañeros ninferos burgaleses.
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Bajamos a comer al refugio de pescadores que, estaba abierto y limpísimo, a la sombra de su porche comimos e hicimos tertulia en espera de que pasaran las horas en que más calentaba un sol de justicia.
Por la tarde pescamos por debajo del refugio de pescadores, nos bajamos hasta el medidor de aguas y pescamos aquellas zonas de corrientes y tablas.
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No escogimos demasiado bien la zona, no porque no hubiera pesca, que había truchas y muchas, sino porque durante toda la tarde tuvimos el sol de cara al punto de ser dificilísimo ver nuestra mosca posada en el agua y, en estas condiciones se pierden la mayoría de las picadas que suceden.
Tras una pesca animada de capturas y pese a los rebrillos del sol en las corrientes próximas al medidor de aguas le sucedió una larga tabla de aguas mansas que se extendía todo lo que la vista daba de sí y en ella acá y allá cebadas de truchas y bogas a las que nos aproximábamos con cautela y posábamos nuestras moscas, en especial “la Marroncita” que tan buen juego nos está dando obteniendo en muchos de los casos el premio de la captura de preciosas truchas.
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En esas estábamos cuando una enorme trucha pego un salto en el agua tal que a mi compañero y a mí nos dejo pasmados. No exagero ni un poquito si os digo que esa trucha era más larga que mi brazo. Saltó del lado del rio en que pescaba mi compañero, ya se las prometía felicísimas. Subió el bajo a un 0.14, se aproximo lentamente, disimuladamente, camaleónicamente. Realizo los mejores lances capaces de hacer una y otra vez, espero sin lanzar, repitió lances. Todo esto en vano pues la trucha en ningún momento volvió a asomar. Seguimos tabla arriba realizando lances a cebadas vistas y consiguiendo de vez en cuando algunas capturas, cada vez con menor frecuencia.
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El sol se oculto allá por las estribaciones de los Picos de Europa y una anaranjada luna apareció, pero ya el rio se había enmudecido, habían desaparecido las cebadas y habíamos dejado de conseguir capturas. No hubo el tan deseado sereno y, a la luz de los faroles frontales que portábamos fuimos ascendiendo por la tabla en busca de un lugar por donde poder salir de las aguas.
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Fueron muchas truchas, aditadas con un puñado de bogas las que conseguimos capturar, dando fe de que el coto de Quintanaluengos sigue siendo un “Paraíso Mosquero”.
Lasmoscasdepaco.

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