De Ríos y de Truchas. Y de Pesca a Mosca. Y de amigos mosqueros.

Aquí se plasmarán todas esas ideas, sensaciones y vivencias de un pescador a mosca y de su grupo de compañeros.

Su finalidad es tratar de inculcar que la pesca a mosca puede llegar a ser una forma de vida.

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Competición NO..... Gracias.

miércoles, 14 de mayo de 2014

CASTILLA Y SUS RIOS CALIZOS…

          Curioso lo de Castilla, que en tiempos modernos la dividimos en dos. La Nueva y la Vieja de antes y la de la Mancha y la de León ahora… y en medio los Madrileños que bailan solos. Que ya son ganas de poner comillas a lo genérico.
 
Sea como fuere, y en lo que a la pesca a mosca se refiere, Castilla mantiene un puñado de ríos de características calizas en condiciones más que aceptables para que el mosquero inquieto se ufane en sus aguas tras la búsqueda de sus pintonas habitantes.

 
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Los ríos calizos, por sus propias características (temperatura de las aguas y diversidad y abundancia insectívora entre otras varias) provoca que sus truchas habitantes crezcan con mayor prontitud y tamaño que los ríos ácidos (creo que la diferencia de ríos calizos y ácidos estriba en su alcalinidad PH mayor o menor que 7), para que lo entienda el mosquero, los ríos de llanura suelen tener mejores poblaciones y de mayor tamaño que los torrentes de montaña… y esto generalizando que es la forma más común de equivocarse.
 
Sin meterme en mayores profundidades donde a buen seguro naufragaría y gracias a la biodiversidad del entorno (nada próximo) que me rodea, queda parigual disfrutar de una jornada en un rio de montaña que en uno de llanura… ciento y medio de kilómetros.
 
Y como las últimas jornadas fueron de pesca entre roca y brezo, la presente lo es entre arenas y juncos, en uno de esos ríos que ramifica la llanura Castellana.

 
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Viento, mucho viento que fue el protagonista de la jornada. Para mayor inquina fuerte viento de cara que obliga a acortar el bajo de línea, pese a ello volvía difícil cuando no imposible el realizar el lance en condiciones medio aceptables.
 
Tontería pescar continuamente al agua en dichas vicisitudes, cuando los lances salen de aquella manera y la mosca seca igual posa dando un golpetazo en un parado como enganchándose en los juncos que distan dos metros de la orilla del agua.
 
Mejor pescar a acecho, buscando la encubierta trucha pegada a la sobaquera o mejor aun descubriendo la delatora cebada.

 
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Sea como fuere y, pese a una muy buena eclosión de bétidos, el día no resulto como para tirar cohetes en cuanto a cantidad, pues acaso vimos tres o cuatro truchas y tan solo un par de cebadas.
 
En tales situaciones uno debe andar muy fino y no desaprovechar las escasas oportunidades que el rio nos brinda, los apresuramientos no son nada buenos.
 
Ya sabemos la posición de la pintona, vemos a nuestro alrededor bétidos eclosionar y volar raudos arrastrados por el viento.
 
Es cuestión de seleccionar bien nuestra imitación, y de esperar el momento en que el viento amaine para realizar un lance preciso, certero, que pose la mosca un metro por delante de la trucha y esperar que la caprichosa haga por nuestra imitación… o que alertada huya sin opción a una segunda oportunidad.
 
Así es la pesca en los días ventosos.

 
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Y a decir verdad, ni mi compañero ni yo andábamos felices con el transcurrir de la jornada y nos perseguía la sensación de no haber elegido un buen tramo de rio para pescar, incluso el volver grupas y cambiar a otro lugar donde acaso poder rematar el día con alguna satisfacción.

En dichas pesquisas andaba cuando los pasos me encaminaron a un profundo pozo. 

Al llegar a su vera me siento en el prado y agazapo entre las hierbas de la orilla escudriño sus aguas.
 
Al pronto y en medio del pozo surge una trucha que se ceba en la superficie de las aguas. 

No pasa ni diez segundos cuando de la orilla contraria del pozo surge una trucha de muy buen tamaño que se lanza rauda tras la trucha que se cebó, a buen seguro expulsándola de su territorio.

 
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Lo visto y, el tamaño de la trucha provoca que los vellos se me ericen y el corazón golpetee frenético en mi pecho.
 
A decir de mis compañeros y de mí mismo, nunca he sabido estar tranquilo ante la visión de una trucha tamaña.
 
Por si fuera poco lo vivido, cuando la trucha grande vuelve a orillarse surge una aun mayor que la expulsa de la zona baja del pozo y la obliga a subir y arrinconarse entre un recodo de la orilla y las ramas bajas de una salguera.
 
-Madre del amor hermoso-
 
Vuelvo la mirada y veo a mi compañero Álvaro.

 Le hago señas para que se aproxime y que para ello se aleje de la orilla del rio.
 
-Álvaro, en este pozo hay por los menos dos truchas muy grandes y otra mediana. Las he visto-
 
-Mira, Álvaro, lanza justo por delante de la rama que cae a las aguas y espera que la mosca la rebase-
 
Mi compañero realiza varios lances al lugar indicado, pero ni hay picada ni hay rastro de las truchas.

 
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En uno de los lances, y tras rebasar la zona seleccionada, la mosca sigue navegando por el pozo y, haciendo la famosa “curva” se ahoga y se viene a nuestra orilla.
 
Y es entonces cuando una trucha ataca la mosca.
 
La picada pilla de sorpresa a mi compañero que clava inseguro, la trucha apenas es elevada de las aguas medias y antes de llegar a la superficie logra soltarse del anzuelo.
 
-La madre que la pario-
 
Pese a que realizamos nuevos lances, el pozo parece muerto. al punto que le digo a mi compañero que lo dejemos y sigamos ascendiendo por el rio buscando nuevos escenarios.

 
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Tras más de una hora pescando por el rio sin ningún resultado me embarga la sensación de que no vamos a conseguir captura alguna.
 
Además el rio se vuelve difícil cuando no imposible, encajonado en un talud de bastante altura, con lecho fangoso y arboles caídos atravesándose de lado a lado del rio. Largas tablas de aguas paradas donde no vemos ninguna cebada.
 
-Álvaro, creo que ya hemos hecho todo lo que teníamos que hacer-
 
-Sí, eso me parece a mí también-
 
-Pues venga, al coche y otro día se dará mejor-
 
-Vale-
 
En esas estamos, volviendo tras nuestros pasos camino del coche cuando allá en la lejanía, aguas abajo veo la zona de la poza.
 
-Qué te parece si volvemos a la poza a ver qué tal. No nos pilla alejado-
 
-Venga, de acuerdo-

 
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Llegamos a la poza y nos arrodillamos en la orilla del rio.

Le indico a mi compañero que lance a la zona donde antes la trucha tomo su artificial.
 
-No, Paco. Lanza tú ahora-
 
El lance es poco complicado, pilla como dos o tres metros aguas abajo de mi posición.
 
Cuando la mosca llega al lugar de destino una trucha sube desde el fondo de las aguas, rápidamente, parece que va a tomar la mosca, más apenas a un palmo de distancia se para, se gira y vuelve a aguas profundas.
 
-Joder, Álvaro. Vaya rechazo más enorme que he tenido-
 
Rememoro la acción y recapacito sobre el porqué del rechazo y qué enmendar.

 
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Llevo una mosca seca en paracaídas en un tamaño de anzuelo del 16, puede que si cambio a otro patrón de mosca la tome.
 
Dicho y hecho, selecciono un patrón de mosca emergente klinklamer montado en un 18, la anudo al bajo y realizo un nuevo lance.
 
Nada más llegar la mosca a la zona donde subió la trucha, ésta sube de nuevo rápidamente y como a un par de dedos de distancia se para, gira y se vuelve a aguas profundas.
 
En esta ocasión no hay que decir nada a mi compañero, pues se encuentra a mi lado y ha visto perfectamente el suceso.
 
-Vaya rechazo. Paco-

 
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Vuelvo a pensar qué hacer, qué puede provocar que la trucha rechace en proximidad la mosca que en lejanía la atrae.
 
-Puede que sea el grosor del nylon??-
 
Pesco con un bajo del 0.18 de grosor, le recorto y añado un tramo del 0.14 al que anudo de nuevo la mosca.
 
Nuevo lance, nueva subida de la trucha y nuevo rechazo en el último momento.
 
-Joder, esto es demasiado-
 
-Y ahora qué coño hago, Álvaro?-
 
-Yo que sé, tío-
 
Qué puede provocar un rechazo en el último instante?
 
Recuerdo que llevo un juego de tippet Máxima Camaleón, que es un nylon de color marrón oscuro.
 
Quito el nylon del 0.18 y del 0.14 (Frog Air) que llevo tras el bajo de línea (Fly Creek) y empato un tramo de nylon Máxima del 0.16, a su extremo ato una nueva mosca, en esta ocasión una “gallita”.

 
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Lanzo de nuevo a las aguas, la mosca navega hasta la zona donde la trucha subió en otras ocasiones.
 
De nuevo la trucha sube desde las profundidades asciende rauda, veo como abre las fauces, como toma mi mosca y como se gira hacia el fondo con la mosca en su boca.
 
Clavo con firmeza, la trucha al sentirse prendida inicia una serie de cabriolas pugnado por soltarse.

Me he tenido tiempo suficiente para guardar en el carrete la línea sobrante y ahora trabajo la captura con la acción de caña, carrete y brazo.
 
Todo juega a mi favor y domino la lucha desde un espacio superior al encontrarme elevado en la orilla, en una gran masa de agua donde el único obstáculo sería dejar que la trucha profundizara y se metiera entre alguna ova o que se fuera a las corrientes de salida de la poza, ambas cosas controladas y evitadas.
 
Al fin la trucha cede en su lucha y con firmeza la aproximo a las cercanías de mi compañero que ha bajado el talud y espera en la orilla sacadera en mano, arroparla en la red de la sacadera es coser y cantar.
 
Un par de rápidas fotografías y la soltamos libre de nuevo a las aguas donde habita.

 
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Álvaro sube el talud y me ofrece su mano para estrechársela.
 
-Enhorabuena. Ha costado pero la has conseguido capturar-
 
-Gracias-
 
-Que tía. Como rechazaba-
 
-Si. Yo creo que rechazaba porque en proximidad veía algún tipo de brillo que la alertara, es muy posible que fuera en el nudo de atado de la mosca. Por eso al poner un nylon de color marrón evite el brillo yla tomó-
 
-Sea lo que fuera ha sido un lance muy bonito-.
 
Y aquí podría haber terminado el relato y la jornada de pesca.

Una bonita captura de esas que dejan huella y poco más.
 
Seguíamos sentados en la hierba de la pradera, contemplando la poza y rememorando el lance pasado.
 
Al pronto, en la orilla opuesta vemos una cebada de esas de trucha gorda, de esas que además de verla se escucha el “glob” de la trucha al zamparse la mosca.
 
-Has visto, Álvaro?-
 
-Sí, que puñetera, vaya sitio donde esta y donde se ceba-

 
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Es cierto, la cebada ha sido totalmente pegada a la orilla contraria y en un pequeño recodo o hueco del talud, entre juncos y, para mayor dificultad entre la orilla y nosotros queda la rama de la sarga que baila sinuosa al lamer las aguas.
 
-Es un lance de los difíciles difíciles-
 
Lo único que no es demasiado lejos, apenas una docena de metros.
 
-Ya… y el viento qué?-
 
Pues Álvaro, el lance es tuyo. Prepárate, espera el momento en que el viento de un respiro y entonces lanza.
 
Allí estamos los dos, arrodillados en la hierba del prado, músculos en tensión, mirada atenta al lugar donde sabemos se encuentra la trucha y esperando que el viento amaine.
 
Sucede. El viento para por un instante. El necesario para que mi compañero efectúe un par de falsos lances y realice el efectivo.
 
La línea surca el aire, atraviesa la poza, el bajo posa en las aguas y avanza la mosca que cae lánguida en las aguas, casi perfecto.

La mosca ha posado justo tras las ramas de la sarga, se ha quedado a medio metro de la orilla y como un metro retrasada del recodo del talud.
 
La mosca navega perfecta, sin dragados que alerten, me sigue quedando la esperanza de que la trucha la tome pues estoy seguro que en esas aguas calmas la trucha la ha visto perfectamente, solo tiene que salir de su refugio y tomarla.
 
Pero las esperanzas son baldías y la mosca atraviesa toda la zona sin ser atacada.
 
-Álvaro, un nuevo lance. Juégatela del todo, o la pones en el hueco o la dejas clavada en los juncos de la orilla. Animo-

 
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Esperamos de nuevo que el viento amaine, y en un nuevo impasse Álvaro vuelve a realizar un lanzado. 

Esta vez más rápido, más enérgico. Línea, bajo y mosca salen disparadas hacia la orilla contraria de la poza y con precisión se mete en el hueco de aguas que quedan entre las ramas de la sarga y la orilla… y avanza medio metro más, justo el medio metro que la mete en plaza y posa en el pequeño recodo del talud.
 
Y de repente se abren las aguas. 

La trucha toma la mosca en cebada estrepitosa, sacando toda la cabeza por encima de las aguas en un chapoteo enorme.
 
Álvaro clava con fuerza y firmeza, y tras el clavado veo que su ligera caña Orvis Helios línea tres se arquea completamente formando media circunferencia.
 
Álvaro tira para sí de la caña y saca a la trucha de su escondite hacia el centro de la poza.

Allí realiza varios saltos y cabriolas que nos dejan verla en toda su plenitud.
 
-Es un truchon-
 
La caña de Álvaro se comba y cimbrea a cada embestida, no solo la caña, incluso el brazo de Álvaro se doblega ante las arremetidas de tan fenomenal loba de rio.

 
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Pienso que Álvaro tiene las de ganar, una poza de aguas profundas, lentas, sin obstáculos donde poder trabajar la captura es escenario óptimo para conseguir llevar la lucha a buen puerto.
 
Me levanto, Busco en mi espalda el mango de la sacadera, doy un tirón para desprenderla del imán y me apresto a bajar por el talud. 
 
A la par he sacado la cámara fotográfica que la llevaba en modo video y voy filmando algo al albur.
 
Al pronto escucho a mi compañero….
 
-Ahhhhhhhh. Lo que me pasa siempre-
 

 

Miro a las aguas y veo como la trucha ha conseguido zafarse del anzuelo y huye a aguas profundas, dejando a mi compañero aun con brazo y caña en alto con la sensación de haber perdido una captura casi casi segura.
 
El mundo se paraliza. 

Me quedo quieto, estupefacto, con la boca abierta. Mirando hora mi compañero hora las aguas de la poza, sin llegar a entender aun lo sucedido. 

No puedo reaccionar.
 
En ocasiones he comentado que disfruto las capturas de mi compañero como mías propias y, en este caso, siento perfectamente la desilusión como si fuese propia.
 
-Joder, Álvaro. No sé qué ha pasado-
 
-Pues Paco. La falta de costumbre de luchar con truchones así de grandes-
 
-Pues sí. Pero vamos, que ésa cuenta casi casi como una captura, has luchado con ella más de tres minutos-

 
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Nos miramos a los ojos mientras movemos la cabeza afirmativamente, creo que ambos pensamos lo mismo. 

Algo tenemos que decir para paliar la sensación que nos embarga.

 
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Aun palpita alocado mi corazón por la escena vivida.
 
Pienso que podría ofrecerle volver a realizar unos lances en la poza, más se con certeza que serán lances inútiles, que el estrepito realizado ha alertado a todas las truchas que pudiera haber en la poza y que no vamos a conseguir nada.
 
Y al igual que yo lo sé, lo sabe mi compañero.
 
-Paco, vámonos ya para el coche-
 
-Vale Álvaro-
 
-He tenido la ocasión pero no he sido afortunado, otra vez será-
 
-Pues si-
 
-Ahora… a ésta la tengo fichada y a nada que pueda vuelvo a por ella-
 
En mi rostro asoma la sonrisa, le paso el brazo por el hombro.
 
-Pues claro que sí y además la próxima vez llegara a la sacadera-

 
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Marchamos caminito adelante en pos del automóvil y el viento de cara se lleva los pesares, queda la sensaciones placenteras de lo vivido y el reto de un nuevo lance a la trucha que hoy no dejo que la acariciáramos.


 
                    LasmoscasdePaco.

4 comentarios:

  1. I can't help myself Paco. Your country (at least the best parts that I've seen) is beautiful.

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  2. Thank you very much Howard.

    I am lucky for going fishing in the beautiful rivers of my country.

    And for fishing to dry fly his beautiful brown trouts.

    Regards

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  3. ¡Buen relato Paco!.... Te voy siguiendo todo lo que pones. Tengo poco tiempo para el ordenador, pero no dejo de ver lo que vas escribiendo. Sigue poniendo estos relatos que, para mí, me vienen muy bien para no dejar de tener ganas de pescar. Que muchas veces no tengo los ánimos piscatorios todo lo bien que debiera.
    Por cierto ¿es éste tu río misterioso, del que has escrito en otras ocasiones?

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  4. Hola Agustín.

    Gracias por ser seguidor del blog.

    Sinceramente si éste blog en algo puede hacer feliz a los mosqueros y paliar su pesares me siento dichoso.

    El rio Misterioso cada vez tiene menos misterio.

    No. Agustín. el rio al que se refiere el relato no es el misterioso.

    Saludos

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