De Ríos y de Truchas. Y de Pesca a Mosca. Y de amigos mosqueros.

Aquí se plasmarán todas esas ideas, sensaciones y vivencias de un pescador a mosca y de su grupo de compañeros.

Su finalidad es tratar de inculcar que la pesca a mosca puede llegar a ser una forma de vida.

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Competición NO..... Gracias.

martes, 15 de octubre de 2013

PESCANDO ENTRE UN TAPIZ DE OVAS…

          Pescar en el estío los ríos calizos de esta bella, brava y dura tierra alcarreña es pescar en ríos tapizados de ovas, ovas que cubren el lecho e incluso afloran a superficie cual manto nupcial.

Ovas que sirve de hábitat y alimento a cantidad de insectos alimento básico de bellas truchas que toman glotonas abundante menú que le ofrece el rio y las torna gordas y robustas.


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Ovas que proporcionan sombra y frescor a las aguas, y guarecen a bellas truchas, que al amparo del vaivén sinuoso del velo de ovas se aposturan confiadas oteando ora si ora no la superficie del agua en pos del grácil insecto que discurre por ella.

La pesca, la pesca a mosca seca a más decir, en estas condiciones tiene sus particularidades.

-Y cuando no- me dirá usted.


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Lo veraz es que las ovas facilitan y dificultan parigual la acción mosquera. 

Bien es cierto que debemos ser muy concretos al lanzar y atinar con esos vanos de aguas despejadas de ovas, o ajustar nuestros lances al filo de las ovas, allá donde la pintirroja se apostura. 

También que las ovas arrollan nuestra línea y cola de rata y frenan y causan dragados en el derivar de nuestra mosca artificial que, a la postre se engancha y enreda entre la espesura de verde con mas habito de lo deseado.


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Contraparte el hecho de poder escudarnos en ellas para aproximarnos con cautela a esa cebada delatora, evidentemente en un caminar lento, camuflándonos en las ovas y avanzando pese a la oposición de las mismas que, a veces asemeja parapeto infranqueable.

Avanzar entre la sinuosidad verde, a veces deslizándonos entre ella y en ocasiones elevando las piernas para dejar discurrir el freno vegetal.

Con cautela, siempre con cautela, fiel aditamento del mosquero avezado en cualquier ocasión.

Así conseguimos disminuir la distancia del lance, o esperar impávidos cual rapaz la nueva cebada confiada de maese fario.


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Queda el lance y la posada, ambas perfectas, no hay espacio para lanzar aguas arriba alejados esperando derivas. 

El lance al vano de aguas entre las ovas, la posada delicada, la deriva corta y esperar la acción de nuestra rival.

Acaso un coleteo inquieto, quizás una pequeña ascensión por las aguas que demuestra su intención de tomar aquello que paso raudo por la superficie de las aguas.

Nuevo lance, templando nervios, serenando palpitaciones. 

Un nuevo movimiento atrás de nuestro brazo que lanza trasera línea, que se despliega, estira y vigoriza. 

El brazo torna delante lanzando allende el mosquero la línea y huso que posa la mosca delicadamente en el cabecero del vano.


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La trucha, avisada, toma rauda, fulgurante el engaño ofrecido con glotonería y ferocidad.

Es cuando la estoicidad del mosquero desaparece, cuando torna movimientos. 

Firme izado de la caña, clavando con seguridad el artero acero en las fauces de la trucha.

Ésta, la trucha replica con un espectacular salto y cabriolas por encima de las aguas a la par que trata de aproximarse a máxima velocidad a ese par de columnas aguas abajo que no son otra que las piernas del mosquero.

Y el mosquero, alza el brazo y la caña, procurando mantener la línea tensa, sabe que si torna laxa la trucha se evadirá. 


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Recoge línea tirando de ella con la siniestra a la vez que trata de dar un par de pasos atrás, siempre manteniendo tensión y contacto con la captura.

Ya próximos los oponentes la lucha gira a favor del mosquero que en un rápido movimiento echa mano al asidero de la sacadora, tras ello la introduce en las aguas frente a él a la par que echa hacia atrás la caña y arrastra a la trucha al amparo de la red.

La trucha coletea encarcelada en la sacadora, sumergida en las aguas, la mosca con su artero acero se suelta del morro de la bella pintona.

El mosquero, pletórico de sensaciones toma con mimo y cuidado la trucha, la contempla durante breves segundos, la introduce en las aguas y nota como tan maravilloso pez se desliza entre sus manos buscando su libertad y provocando en el pescador un orgasmo mosquero, explosión, culmen y pacificación de tamaña turbamulta de sensaciones acumuladas en un breve espacio de tiempo que, sin embargo, al mosquero parecieron eterno y maravilloso.


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Tras todo, el mosquero se yergue henchido, respira profundamente, otea el maravilloso escenario que madre natura le ofrece.

El cielo etéreo, las montañas y riscos donde habitan buitres testigos silenciosos del lance ocurrido.

El monte, cuajado de foresta y animales salvajes. 

Y al fin el rio, cauce de aguas límpidas flanqueadas de juncos y lirios que discurre por el tajo entre las montañas. 

Tapizado de ovas que amparan bellas y bravas truchas que son el sentido de vivir del mosquero.

Y todo gira sobre el mosquero cual ciclón vorágine que tiene su cono de inicio en el mismo pecho del mosquero repleto de sensaciones vividas, que se van apaciguando al igual que se apacigua la tormenta tras descargar la lluvia.


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Al fin el mundo real vence al de las sensaciones y te das cuenta del lugar donde te encuentras y tras apaciguar los latidos del corazón inicias un nuevo discurrir por el rio tapizado de ovas en busca de un nuevo lance.


-Estoy hechizado por el rio, y por sus truchas, y por la pesca a mosca-



                   LasmoscasdePaco.

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