De Ríos y de Truchas. Y de Pesca a Mosca. Y de amigos mosqueros.

Aquí se plasmarán todas esas ideas, sensaciones y vivencias de un pescador a mosca y de su grupo de compañeros.

Su finalidad es tratar de inculcar que la pesca a mosca puede llegar a ser una forma de vida.

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Competición NO..... Gracias.

martes, 28 de mayo de 2013

EN EL PAIS DEL ARCO IRIS…

ENCUENTRO DE DOS MAESTROS MOSQUEROS… EN LA TRAPANANDA…


Hace un par de días el blog alcanzo una cifra redonda.
200.000 lecturas y 125 seguidores del blog, que se dice pronto.
Sigo sin entender como éste blog, que nació modesto y poco pretencioso, donde tan solo expone las actividades y quehaceres de un pequeño grupo de mosqueros es capaz de lograr cifras tan elevadas.
Lo que es cierto es que 200.000 lecturas y 125 seguidores obligan y reafirman.
Reafirman la singladura, la trazada por la que emprendimos ruta y en la que, cual camino Xacobeo, una cifra notoria de mosqueros nos encontramos.
Obligan a proseguir marcha, a no cejar en el empeño pese a zancadillas y puñales que, creédme, los hay y además duelen bastante.
Os agradezco a todos. A quienes me encuentro en los ríos posando moscas y con los que en internet comparto lances y posadas virtuales.
 A todos vosotros agradecimiento. Por frecuentar éste blog, leer sus entradas y participar, ya sea con entradas propias o con comentarios. En definitiva, a seguir lo que en él se expone.
Como muestra de agradecimiento os ofrezco uno de esos pequeños tesoros que valen su peso en oro.
El encuentro de dos maestros mosqueros en lejanas tierras patagónicas.
En su tiempo fueron maestro y alumno.
En el presente maestro y maestro.
No cambio ni una coma, ni un acento. Tal cual lo pario mi querido maestro Luis Antúnez os lo ofrezco….
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En el País del Arco Iris.

No siempre los asuntos bien planeados son los que salen tal como se desea. El viaje de Paco Pepe a la Trapananda fue una cosa para nada planificada o sabida por este que os escribe. Víctima de un engaño infantil, debí acudir al aeropuerto para recibir a un tal Míster Rocker que “no hablaba nada de español”, motivo por el cual rogué a mi nuerita Lourdes que me acompañase dados sus conocimientos de ese idioma.

Así que pertrecho del consabido cartel con el nombre del Lodge y del viajero, me puse delante de la salida de los pasajeros, con cara de aburrido guía turístico para conocer al nuevo pescador al cual debería acompañar por ríos y lagos durante su estadía en Aysén. La espera fue bastante larga y yo no perdía un solo rostro de la gente que iba saliendo del departamento de equipajes.

Con el rabillo del ojo miré a un señor muy voluminoso que arrastraba su nada ligero equipaje. 

-¡Cómo se parece este “gallo” a mi amigo Paco Pepe!-

Fue mi pensamiento inmediato, mas ante la osadía de tal viajero que se situó justo delante de mí, un fuerte golpe de claridad me hizo despertar de mi sospecha:

 ¡Allí estaba, en cuerpo y alma, el auténtico Rocker! 

No creo que una sacudida de alta tensión pudiera haber conmocionado mi ser de tal manera. Tras breves segundos de perplejidad, desaparecí como un cañamón en los bracitos de Paco. Entre la sorpresa y la emoción, los abrazos y las risas se fueron multiplicando. Hasta hubo un momento en el que debí pellizcarme para constatar que no se trataba de un sueño ni de espejismo alguno: era Paco Pepe en carne y hueso, y hasta asomaba alguna furtiva lágrima en nuestros ojos.

Mi Nuera, que estaba al tanto de la broma, no fue capaz de sacar la cámara de fotos para inmortalizar tan inesperado encuentro, cosa que lamento. El caso es que, desde ese mismo minuto, los dos viejos amigos empezaron la gran aventura, por desgracia no totalmente venturosa: primero por el radical cambio del tiempo que bajó la calidad de las cebas de semanas anteriores, y luego por un terrible dolor de espalda que persiguió a Paco durante todos los días de pesca. Pero como dijo el Pequeñín, lo importante es que estaríamos juntos.

En el primer día quise llevarlo a un río cómodo donde no es necesario caminar mucho: el Emperador Guillermo, tramo del estrecho pero sin llegar a penetrar en el mismo dadas las circunstancias físicas de Paco Pepe. No salieron truchas buenas, mas creo que superó los sesenta peces, algunos inolvidables por su espectacular tomada.

Paco dijo al regresar al Lodge:

-Hoy he pescado mucho más que durante toda la temporada en España.

En las jornadas siguientes hubo de todo, incluso dos bolos totales. Se trataba de pescar una gran trucha, quizá por encima de los 4 Kg. Y los lagos a los que fuimos las tienen y hasta bastante mayores, pero escasas.

En el Lou Lake las condiciones de luz producían cantidad de reflejos sobre el agua, impidiendo detectar a las posibles señoras, porque resulta inútil pescar el agua así. El caso es que no vimos ni una sola pasar por las orillas de ese bello lago. 

Otro sonado bolo lo tuvimos en un lago de Cerro Castillo. En esta media jornada nos acompañaban Lourdes y Luís que, como Paco, llegan siempre a horas de búhos al río. De nada valían mis protestas metiéndoles prisa para pescar las horas centrales del día:

-Yo no he venido por la pesca- repetía una y mil veces Pacorro- Vengo a estar contigo…

¡Ya, ya! pero cuando se ponía a sacar truchas en cadena no había dios que lo sacase del agua. ¡Y eso que sólo venía a estar conmigo! ¡Qué risa de Chico!

Por eso, en este lago de bellas truchas empezamos muy tarde. En la época que estábamos, la actividad es de media mañana hasta centro del día, pero míster Rocker nunca quiso apresurarse. Empeoraba la coyuntura el dolor intenso de su espalda que le hacía detenerse una y otra vez. Sentí mucho la ausencia de peces porque pescar esas bellezas a seca, viéndolas acercarse muy lentamente al mosco, pararse bajo él para observarlo detenidamente a tan sólo unos centímetros y absorber la mosca en una apasionante ceba “mágica”, es algo que queda grabado en la mente para siempre y hasta produce graves pesadillas nocturnas.

Otro episodio algo negativo lo sufrimos (en esta ocasión yo también pretendía pescar) en un bello río pequeño plagado de truchas de medias a buenas y que ya Paco había pescado en su anterior estadía en Patagonia: el desagüe de los Juncos. No podíamos explicarnos lo que nos estaba sucediendo, pero el caso es que parecíamos malos principiantes. A cada lance un árbol enganchado, o un nudo en los bajos, o a Paco se le volvía todo el aparejo hacia el carrete. Yo usé la caña sólo una media docena de veces porque me sentía incapaz de lanzar como es debido; Paco no se quedaba atrás…

 ¿Qué podía ser aquel maleficio? Tanto fue así, que decidimos echar la culpa a un supuesto brujo mapuche…

Aun con ese mal de ojo, Paco logró superar en esa jornada las 20 truchas, aunque casi todas eran “puro chicas”, digamos entre 20 –30 cm. Sólo dos o tres fueron excelentes. Y Paco sufría con valor sus agudos dolores de espalda.

Por suerte consiguió sacar truchas grandes a muy grandes en las lagunas privadas de la Mariposa y de las Alpinas, propiedad de L. Antúnez junior. Muy selectivas, Paco supo superar sus remilgos a tomar en seca, ya que los días no acompañaron para que se dieran buenas eclosiones. Volaron pocas moscas y pequeñas, brillando por su ausencia los panzudos tricópteros que por allí habitan y que las hacen enloquecer. La foto que os acompaño muestra al Maestro tratando de sujetar a uno de esos angelitos sin éxito (no estaba acostumbrado, jajá) Podéis ver el justo instante en que la truchona salta de sus manos para volar libre por los aires. Y no menos significativa es la expresión de Luís.

Las luchas poderosas de las truchas de esas aguas entusiasmaron a Paco Pepe hasta el punto que olvidó por unos minutos el sufrimiento que su espalda le estaba propinando.
Y ahora os cuento algo terrible. Se trata de los avances que el “míster Rocker” hizo con ninfas y otras “barbaridades”, esas que durante tanto tiempo aborreció. Recuerdo, con relación a este purismo de mi querido Paco, lo que dijo en el anterior viaje, con su habitual vocecita infantil, cuando Luís junior le recomendó la ninfa Patosa para sacar buenas capturas:

-¡Yo no pongo nunca una ninfa!

Rectificar puede ser de sabios y Paco parece serlo. En el Emperador Guillermo puso ¡la patosa! Y se lió a sacar truchas y truchas sin mover un solo pié de la misma piedra.

-¡Esto es muy fácil para un pescador de seca! – 

Y continuaba clavando y clavando truchitas sin parar. ¿Cuántas logró con tal mosca? No puedo decirlo porque perdí la cuenta cuando llevaba 16 o 17 elevando con ellas el total del día a más de unas setenta.

Había dicho que no os lo iba a contar ya que en el fondo de su conciencia se sentía como un traidor y no me gusta ser chismoso, pero la verdad es que su maestría aumentó con este paso.

 ¡Paco pesca de cualquier manera y con cualquier cosa!


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En el mágico estero Azul.

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¡Daos prisa que anochece…! En un lago de Cerro Castillo. 

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Seguimos en el estero Azul.

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En el estero Azul. Su magia nos hizo pescarlo dos días: 

Paco cayó radicalmente enamorado en las redes de la Trapananda.

Fue la poza final; a Paco le impedían continuar los tremendos dolores de espalda y las piedras los redoblaban.


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Hace frío, pero yo sigo…con la patosa. 

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¡Pero qué haces! Superó los dos kilos de peso. ¡Y no fue la más grande…!

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-¡Quéeee trucha…! El desagüe del Misterioso al principio de la jornada.

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Saltos del desagüe del Misterioso. ¡Cada piedra un susto! ¡Cada árbol un hechizo! ¿No os hace soñar este paisaje, este río?


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Saltando las tranqueras con dolor de espalda incluido. 

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Lou Lake. En esa isla logré la mayor trucha en mano de hace una temporada.Otro día os narraré esa leyenda.

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¡Otro susto!

Lamento haber perdido la foto en la mano de este pez, pero mi Ixus tiene rota la pantalla y cuando usa el flash suele fallar.

Las aguas bajas del otoño parecen no prometer grandes capturas, ¿verdad? 

Preguntadle a míster Rocker.

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Allá donde el agua se hace aire.

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Otoño, Río, soledad: todo invita a soñar.


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No sabemos qué es más hermoso: el río, el bosque, las truchas… Es el Uno del Tao. Pescar acá es algo que no puedo describir con palabras: hay que vivirlo, soñarlo. El aire perfumado por el bosque silencioso nos eleva por encima de lo puramente material. 

Cada pez que Paco sacaba me producía una sensación de plenitud pocas veces sentida: era mejor que pescarlas yo porque me relevaba de lo físico, eso que tanto me hace meditar sobre lo idóneo de clavar un pez. 

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En la tarde remontarán el salto…si las dejan. Están sobre los 60 a 70 cm de largo y la foto no capta a todas las que esperaban pues no quise espantarlas por asomarme más.

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“No he venido a pescar…”

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Salto final. ¡Qué espectáculo verlas remontar! ¡Y qué lección nos dan a nosotros, los presuntuosos humanos!


Llegados a este salto, sentí pena al contemplar las grandes truchas tratando de remontar la cascada: qué esfuerzos. Y Paco, hermanado con mis sentimientos, dijo:

-¡Vámonos! ¡Vámonos! No puedo seguir pescando.

Decididamente: ¡somos Hermanos en todo!

Cuando el Rocker ya se había marchado a España, regresé con el trípode dispuesto a sacar una película de las acrobacias que realizan las truchas. Tratan de dejar a sus hijos en las zonas altas del Misterioso para que la Vida siga igual. Quizá nuestros descendientes puedan contemplar algún día esta lección de Pacha Mama, o ¿quizá no? Vivir en la Patagonia de Chile es una lección de Vida, de sabiduría; es un mundo distinto al que conocéis, en el cual el hombre pasa a ser secundario.

Con la cámara bajo el salto, esperé horas para verlas subir: ¡silencio! Tan sólo alguna pequeña saltaba bajo los chorros. Miré detenidamente la poza y me topé con la explicación de aquel silencio: Unos delincuentes habían redado la poza dejando el vacío y la destrucción.

 Lloré por ellas, lloré por vosotros, mis lejanos amigos: ¿estaremos en el fin de la Tierra? 

Como dice Paco Pepe:

¡El hombre, siempre el hombre!


EPÍLOGO.


No he deseado hacer un simple diario del viaje de pesca: intento analizar la trayectoria que ha seguido Paco Pepe desde que se envenenó con esta pócima divina: la pesca con mosca.

Cuando le vi sumido en el río el primer día de esta aventura, cerré los ojos y recordé al muchachote que se hizo a pié los doce kilómetros que hay entre la laguna de Tarabilla y el tramo de Peralejos en el que yo estaba pescando. Era el mes de julio, esa cumbre de la pesca con mosca en España. Llegó sudando y con el sólo fin de conocerme y tomar contacto con nuestro Arte: uno, dos lances míos y Paco regresó a Tarabilla donde le esperaba su familia. Aquel primer encuentro nuestro había de marcar el episodio que durante tantos siglos se ha ido repitiendo: la amistad altruista entre maestro y discípulo. Para mi propia satisfacción, míster Rocker hoy ya no necesita para nada a su viejo porque es un gran Maestro.

En La Trapananda me ha encantado su serena actitud en el río. He notado sus sabios cambios de postura ante el pez para evitar inapropiados recorridos de la mosca; los precisos puntos en los que posa la mosca para no alertarlas; sus momentos de espera para saber qué hay que hacer ante tal o cual trucha. En fin, Paco ya no es el imitador absoluto de la técnica de su maestro porque sabe más y conoce lo que hay que hacer para alcanzar el nirvana final.

Como no podía ser menos, difiero de ciertas “novedades” en Él: no me gustan los kilométricos largos de cola de rata y bajos que usa en la actualidad, tan de moda, pero tan lejos de una etérea y precisa posada que una vieja mano puede hacer; no me llenan algunas de sus posadas en Patagonia, quizá porque no está aun habituado al fuerte viento de espaldas que incrementa la energía del lance. Por lo demás, Paco sigue conservando el “sello” de fábrica adquirido en tantas jornadas subsumido en el padre Tajo.

Añorado Caenis: puede que volvamos a pescar juntos en algún río patagón, o quizá en otro cualquiera del firmamento, y de esto último es lo único que estoy seguro. Pero tengo que decirte, ¡una vez más! que me siento orgulloso de haberte llevado la mano por primera vez en el alto Tajo, de marcarte el sendero y de aprender hoy de ti lo mucho que me puedes enseñar. No perdí ningún día de pesca de los dedicados a ti durante más de una treintena de años: todos fueron bien empleados. Y te doy las gracias por haber pasado la antorcha a otros compañeros entre los que, sin nombrar a todos por extenso, no puedo silenciar al beato Bacterio. A vosotros, un abrazo desde el País del arco iris: siempre os esperaré.

 Bambú.




              Luis Antúnez

6 comentarios:

  1. ..."Pescar acá es algo que no puedo describir con palabras: hay que vivirlo, soñarlo. El aire perfumado por el bosque silencioso nos eleva por encima de lo puramente material."

    Es una definición exacta. Así es.

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  2. Un enorme abrazo Sr. Bambú.

    El Bacterio.

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  3. Paco Pepe Vázquez29 de mayo de 2013, 11:37

    Paco felicidades por las enecientas mil entradas y por haber conseguido este relato.
    A ti mi querido maestro, decirte que no sabes lo principal y más bonito de la Trapananda. ¡Que estás tú!.

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    Respuestas
    1. No Pacorro: estamos todas y todos, igual que en todos los ríso del Planeta, eso que llamamos nuestra "Patria" mosquera.

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    2. Querido Revuki: Si has sentido "eso" eres un ser afortunado. Vívelo una y mil veces. Abrazos, bambú

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  4. Very special Paco, congratulations. I love to follow your adventures. Thank you for being a great host.

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