De Ríos y de Truchas. Y de Pesca a Mosca. Y de amigos mosqueros.

Aquí se plasmarán todas esas ideas, sensaciones y vivencias de un pescador a mosca y de su grupo de compañeros.

Su finalidad es tratar de inculcar que la pesca a mosca puede llegar a ser una forma de vida.

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Competición NO..... Gracias.

sábado, 27 de abril de 2013

ABRIL COMO SI FUERA JUNIO…

          Decididamente la climatología esta tan loca como los mismos tiempos que nos toca vivir.

Apenas se han secado impermeables y paraguas, apenas hemos dejado el abrigo colgado en el armario y los termómetros marcan temperaturas pasadas de los treinta grados con días radiantes de sol.


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En dichas condiciones disfrute una nueva salida de pesca, a más abundar en un valle precioso donde huertos bien cuidados y cerezos en flor dejaban abrumado a quien lo contemplara. 

Tal es así que decidimos partir la jornada en dos, pasar la mañana haciendo turismo y recorriendo todo el valle para maravillarnos con el paisaje contemplado y dejar el posar moscas secas para la tarde una vez hubiéramos comido.


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Ya comiendo a la vera del rio, bajo la sombra de los chopos, vimos tímidas cebadas. Y es que a nuestro alrededor podíamos observar en vuelo algunos plecópteros de tamaño medio, siálidos, tricópteros… incluso alguna efémera. Algo que nos hizo abrigar esperanzas de pasar una buena tarde de pesca a mosca seca.

Calor, mucho calor, tal es así que pesque en camiseta como si fuera verano y, cruzar huertos y sembrados con el sol cayendo de plano fue un ejercicio asfixiante. Incluso ya metido en la fraga del rio, con aguas a dieciséis grados más parecía estar pescando en el mes de junio o julio que en el presente. 


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Lo cierto es que éstos pequeños regatos tienen un algo especial, quizás sea por un entorno concentrado donde la vista no se desparrama por anchos caudales o por lejanos horizontes. 

La ventana de visión del mosquero se concentra y estrecha y por esto mismo somos capaces de apreciar hasta el más mínimo detalle.


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Observar todo lo que se desplaza por las aguas, hojas, semillas, exuvias, insectos y mil cosas. Observar cada rincón de la orilla, cada telaraña donde apreciamos imagos de efémeras atrapadas que nos dan idea de la mosca que atar al bajo.

Observar las pequeñas truchas que huyen a nuestro paso, asustadas, y donde vuelven a ocultarse.

Observar, al fin, la tímida cebada de la trucha pegada a la orilla tras la raíz de un frondoso árbol.


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Rodado. Mucho lance de rodado pues el escenario así lo exige y, cuando nos volvemos osados y optamos por lances tradicionales, poco a poco nos confiamos y en el momento más preciso, aquel donde queremos realizar un lance algo largo, suave, a un punto querencioso observado, nuestra mosca queda atrapada en las ramas de los arboles, el lance se estropea y todo se trastoca en salvar la mosca, o salvar el bajo. 

Desgraciadamente en muchos casos sin éxito y nos obliga a perder tiempo en volver a recomponer nuestras artes.

El rio no da para pescar en pareja y, o bien cada mosquero pesca un tramo diferente o bien se van intercalando los lance en un “ahora tu, ahora yo”.


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Esto tiene su punto divertido, pues cuando somos los protagonistas del lance estamos pendientes de nuestra mosca en su deriva y en la cebada de la trucha. Mas cuando somos compañeros además de ello, observamos el quehacer del mosquero y, si ese mosquero es un maestro mosquero como es el caso, aprendemos.

Aprendemos muchas cosas. 

Aprendemos como colocarnos, aprendemos como lanzar, aprendemos donde posar la mosca. 

Aprendemos, siempre aprendiendo y siempre disfrutando del placer de la pesca a mosca y del mayor placer de contemplar pescar a un maestro mosquero amigo.

A la sazón fueron al menos ocho truchas capturadas por cada uno en una placentera tarde de pesca.

-Truchuelas, Paco, truchuelas-

-Pues lo que había Jesús-


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Bien cierto es que no vimos truchas grandes, ni tan siquiera truchas medianas, pero también lo es que vimos muchas truchas, pequeñas, que aseguran un venturoso futuro a éste rio.

Digo yo que, si hay truchas pequeñas debe haberlas grandes, quizás en un par de meses con mayor abundancia de eclosión de insectos seamos capaces de observar alguna trucha tamaña y ofrecerla nuestras moscas.


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El tañer de la campana nos avisa que son las ocho de la tarde y que va siendo hora de dar por finalizada la jornada de pesca. De salir de las aguas, de desmontar cañas y carretes, de despojarnos de vaders y tras ello y antes de marchar del rio, dar buena cuenta a un apetitoso bocadillo de tortilla de patatas con pimientos fritos y refrescante agua recogida en la misma fuente del pueblo.

No hubo capturas señeras que comentar. 

No hubo forcejeo con bravas truchas, pues el tamaño de las mismas no dio para tal juego.

Mas lo dicho no es óbice para haber disfrutado de una placentera jornada de pesca esperando, eso sí, nuevas lides donde medirnos con truchas tamañas.


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A mi compañero y maestro. 

Tan gran mosquero como la larga sombra que proyecta. Siempre tras tus pasos, siempre aprendiendo. 

Agradecido.


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                LasmoscasdePaco

3 comentarios:

  1. Pues si ya esta a 16 grados,a finales de agosto ya salen hervidas del rio!

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  2. No siempre lo importante es el tamaña de las truchas, sino mas bien todo lo que rodea una jornada de pesca en un bonito entorno, como del que habéis disfrutado en esta ocasión, amen de la compañía, claro esta.
    Un saludo de Jose Luis.

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  3. Spring has finally come to Colorado! Good fishing Paco!!

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