De Ríos y de Truchas. Y de Pesca a Mosca. Y de amigos mosqueros.

Aquí se plasmarán todas esas ideas, sensaciones y vivencias de un pescador a mosca y de su grupo de compañeros.

Su finalidad es tratar de inculcar que la pesca a mosca puede llegar a ser una forma de vida.

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sábado, 15 de diciembre de 2012

ENCLAVES MAGICOS … EL POZO DE NICASIA …

          Es para mí motivo de satisfacción que un lector de éste vuestro blog envíe un relato puño y letra de sus experiencias. Ítem más si además es mosquero de la vieja guardia y mejor persona.
No creo haya mejor regalo de navidad que éste relato….


          Cómo sabéis hay determinados puestos en los que siempre que hay truchas puestas, casi siempre son de gran tamaño.

Tengo la manía de poner nombres recios a las truchas grandes que me han superado, bien sea rechazando mi mosca, bien partiendo el hilo o bien abriendo el anzuelo.
 De tal guisa que el entorno en el que se encuentra esa trucha ya bautizada, Nicasia, Simona, Gervasia; etc., pasa a ser denominado “la tabla de Simona”, o las corrientes de Felipa. 

Hace ya demasiados años, cuando comencé a pescar el padre Tajo, había un tramo de río al que tenía especial querencia.

Al principio de pescar dicho tramo había un sitio que se nos había pasado un tanto desapercibido.

Era un pozo profundo en el que la roca caliza penetraba en el río por la margen izquierda río arriba, en medio de esta pared de roca había una pequeña bahía, pegada a la roca fluía una mediana corriente que provenía de unas corrientes más arriba, corrientes dicho sea de paso que ya me habían obsequiado con algunas grandes truchas. 


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Pero un día en la corriente pegada a la roca caliza vimos una cebada increíble, muy suave pero al mismo tiempo veíamos que se formaba una onda importante, debido sin duda al tamaño del pez en cuestión. 

-“Profe ¿la has visto?”-

Pregunté a mi compañero Antonio, 

-“Claro”-

Contestó.

Durante lo que me pareció una eternidad esperamos a que repitiera la cebada, los nervios hacían que me fumase los cigarrillos sólo con una calada, poco a poco la ceba fue tomando un ritmo más constante.

La trucha puesta en la pequeña bahía, hacía un pequeño desplazamiento para tomar las moscas en la corriente.


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Por fin me decidí a poner mi mosca a su alcance, el simple hecho de lanzar allí una mosca era ya complejo, un lance de unos veinte metros de revés ya que por detrás la orilla es verdaderamente feraz y a menos de cinco metros de mí; y por tanto no podía realizar un lance normal.

 En aquellos tiempos era más torpe que ahora y me costó poner la mosca en su sitio, pescaba con una caña “Partridge of Redditch” de bambú y línea de seda, los primeros lances se quedaron un poco cortos pero al fin pude poner la mosca en la corriente que llevaba las moscas a su gran bocota y fue mano de santo.

En la distancia vi como asomaba el lomo, abría la boca y engullía la mosca.

Mi corazón se aceleró, parecía querer escaparse por la boca y no me preguntéis cómo pero clavé con suavidad pero con la fuerza necesaria a esa distancia y el brazo bastante levantado, a partir de ese momento se desató una corta pero muy intensa pelea, a mi me pareció que se había detenido el tiempo.

En un momento dado, la trucha intentó meterse en una cueva de la piedra pero al intentar evitarlo, el hilo cedió y me imagino que mi cara de incredulidad alcanzó el culmen.

Así como mi decepción por la pérdida de tan más que notable ejemplar.


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Con los años fueron muchos los encuentros con las truchas puestas en esa pequeña bahía de la roca caliza, si bien observamos cómo cuando bajaba el caudal salía más hacia la corriente y alejándose hacia la punta de la roca. Lo cual hacia el lance más complicado aún.

De los numerosos encuentros que hemos tenido allí con grandes truchas sólo os voy a contar tres más, pues no pretendo cansaros.

En otra ocasión, como casi siempre con el “Profe”, vimos que se estaba cebando, o bien Nicasia o alguna de sus sucesoras, pues me he fijado que hay determinados puestos, que en general siempre tienen truchas grandes y este es uno de ellos.

Viendo que tenía un ritmo de ceba bastante constante, para ser el Tajo, decidí ponerme con el agua hasta el chaleco y lanzar de revés con los brazos bien en alto para no mojarme, tras ignorar mi mosca unos pocos lances decidí ver que mosca llevaba el “Profe”, como me gustó (y me dijo que la trucha era mía) decidí probar. 

Llevaba el “Profe” por cierto, un carrete Hardy que hacía más ruido que una locomotora de vapor; de tal manera que había decidido silenciarlo con el peculiar sistema de poner un esparadrapo en el piñón central, con lo que el carrete giraba loco. 


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Bien, el caso es que lancé la mosca y rápidamente la truchona aspiró la mosca, clavé y
 ¡¡ la tenía !!.

Otra vez carrera al refugio y escarmentado de las veces anteriores intenté darle línea, pero al girar loco el carrete y mi manera enérgica de sacar línea se había hecho un nudo.

Intentando evitar el desastre estiré el brazo todo lo que pude pero era inevitable,
 ¡¡ partió !! 

Mi decepción era tan grande como la trucha y mis improperios aún mayores.

No penséis que siempre era fácil engañarla, en otra ocasión íbamos el “Profe”, mi maestro, Luis, y yo.

La trucha estaba allí cebándose con gran fruición.

Estuvimos intentando engañarla más de una hora hasta que se cansó y se fue, pero no fuimos capaces de saber que quería ese día la “señora”.

Una de las últimas veces que la vi, estaba pescando con Roberto, esta vez estaba en la punta de la roca, y tras algún lance fallido la trucha tomó la mosca, aún no sé muy bien como, pero el caso es que fui capaz de traerla hasta mi orilla y la verdad es que me las prometía muy felices, pero a veces el gozo es efímero. 

Nada más verme, no más lejos de dos metros, una especie de Ferrari submarino enfiló hacia su refugio, introduciendo mi nada despreciable brazo en el agua y partiendo un nylón del veintiuno como si nada, la cara de incredulidad y asombro de Roberto denotaba muy bien lo excepcional del lance vivido. 


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Para mí es uno de esos lugares que siempre perdurará en mi memoria y eso que nunca he sido capaz de sacar una de esas grandes truchas.

Al menos el padre Tajo me ha dado la oportunidad de poder medirme con algunas de sus queridas criaturas, en fin por todo un lugar mágico,
 “El pozo de Nicasia”.



                                       Paco Pepe

3 comentarios:

  1. Querido Caenis: No me extraña que te pasen esas cosas porque siempre estás desafiando a las señoras mayores.
    Ese pozo ¡tan querido! tiene muchos recuerdos agridulces para este tu amigo, aunque no es justo decir que un encuentro "amistoso" con una trucha sea amargo jamás, pase lo que pase en el último acto.
    Y deja que el pobre Profe pesque alguna de vez en cuando y no le hagas caso del cuento de su "espaldita". Ya sabes que nos da lecciones en casi todas las oportunidades.
    Gracias por este relato y por recordarme el lugar de la Nicasia.
    Bambú

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    1. No sé que te habrás fumado señor Bambú, pero yo no doy lecciones nunca, más bien hago el "cenutrio" (bonito sobrenombre que debo al inefable autor de esta historia). Verídica por otra parte. Besos a mis dos maestros, y al responsable de este blog mosquero a la par que literario.

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  2. Puedo dar fé de parte de lo escrito, pues lo viví, y puedo dar fé de lo maravilloso del lugar, ya que lo visito siempre que tengo ocasión, tal vez un día tenga la oportunidad de enfrentarme a NICASIA.

    Roberto.

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