De Ríos y de Truchas. Y de Pesca a Mosca. Y de amigos mosqueros.

Aquí se plasmarán todas esas ideas, sensaciones y vivencias de un pescador a mosca y de su grupo de compañeros.

Su finalidad es tratar de inculcar que la pesca a mosca puede llegar a ser una forma de vida.

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Competición NO..... Gracias.

martes, 2 de agosto de 2011

AL FIN LLEGÓ EL RIO TAJO…

Los apasionados del rio Tajo, los “Tajo-adictos”, sentimos algo muy especial ese primer día de temporada que nos acercamos a pescar al “rio padre”, al rio Tajo.

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Piel de gallina al divisar esas aguas transparentes, ese entorno abrupto, ese abismal cañón. Todo ello produce un torbellino en mi mente un girar sinfín de sensaciones, de recuerdos, de jornadas de pesca, de truchas, de compañeros y de amigos. Torbellino que se aplaca al plantar los pies en la orilla del rio y hace brotar desde muy dentro el impulso primario del pescador mezclado con la experiencia del mosquero. Difícil de definir o de explicar, al menos por mí.

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Pero señores, el rio Tajo en Julio y más si cabe en fin de semana se convierte en feria y verbena popular. Sus pistas forestales rebosantes de vehículos, bicicletas incluso caballos con un trasiego sinfín. Sus áreas de descanso ocupadas por excursionistas y practicantes de todo tipo de deportes. Sus orillas sombreadas tapizadas con frescas hierbas rebosan de parejitas que buscan privacidad para “arrullarse” cual tortolitos. Y sus aguas, plagadas (que viene de plaga) de bañistas que ocupan pozas y corrientes y, peor aún, surcadas por una marea continua de tandas de piraguas.

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-Y de pescadores? O es que de ellos no hablas?-

-Pues no digo que no los hubiera, pero yo al menos no me tropecé ni me importuno ninguno.-

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Buscando una zona tranquila del rio subimos muy arriba, demasiado arriba, sin tener en cuenta que cuanto más rio arriba mas piraguas nos encontraríamos, un error que pagamos con creces y que ya en acción de pesca a cada media hora aparecían tandas y mas tandas de veintenas de piraguas que trocaban en sinsentido el posar moscas en chorros y zonas querenciosas, las truchas, asustadas por tanto alboroto no daban la cara.

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Declinaba la tarde y al fin acabo el trasiego de piraguas y con ello la serenidad y la grata sensación de pescar. Quizás por todo lo anterior con un pequeño malestar interior que hacía no estar todo lo agusto en el rio, pero que poco a poco disipaba a favor de la concentración por pescar a mosca en las zonas querenciosas.

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Y fue así, pescando en una tabla de aguas con corriente donde, tras las ramas de una salguera que acariciaban las aguas observe la cebada de la trucha. Una cebada clara, una subida a tomar algo que derivaba por las aguas, un “glob”, unas ondas y un desaparecer.

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Me encontraba pescando la orilla contraria, aguas abajo. Posando la mosca pegada al borde del carrizo, tan querencioso por las truchas que se refugian en el socavado del carrizo y que en muchas ocasiones al paso de las moscas que posamos salen raudas a tomarlas. En esta ocasión no obtuve el premio deseado.

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Llegue a distancia de lance a la zona de la cebada observada anteriormente, pescaba trasero-oblicuo que sin ninguna duda es mi posición de lance favorito, cambie la mosca que hasta ese momento llevaba, un tricóptero de pluma por una Efémerita marrón montada en parachute que, con su vistoso penacho me permitía verla perfectamente derivar por las aguas algo rizadas.

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La primera pasada, algo alejada de la orilla transcurrió sin resultados, la mosca navego rebrincando las aguas sin sucesos

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El segundo lance fue mucho más ajustado a la orilla y, sobre todo mucho mas pegado a las ramas de la salguera que lamian las aguas, en esta ocasión la mosca cuando no había derivado ni medio metro fue atacada por la picada de la trucha. Picada rápida y salvaje a la que yo, prevenido, respondí con una buena acción de clavado. 

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Tras ello, una bonita lucha, un atemperar los tirones y arreones de tan brava joya viviente, inútiles pues el escenario jugaba a mi favor, zona amplia y despejada de rio con profundidad donde lo que había que hacer es mantener la trucha en la zona central del rio sin dejarla que se fuera ni al fondo ni a las orillas, el cansancio decantaría a mi favor la lucha y al fin la brava Fario acabaría en la sacadora para, tras desclavarla el anzuelo y tomar rápidas fotos, ser devuelta de nuevo a las aguas, a su precioso hábitat, al rio Tajo.

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La serenidad del anochecer se aproximaba rauda. Cambiamos de zona en busca de una tabla de aguas reposadas donde poder aprovechar un deseado sereno. No hubo tal, y llego la oscuridad sin eclosiones importantes y sin truchas que se cebaran a las mismas. Tan solo observe una tímida cebada cercana a la orilla, lugar donde pose con precisión la mosca (modestia aparte) y donde conseguí capturar una pequeña y preciosa trucha.

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No dio más de si la jornada… o si, algo mas sí que procuro, y es que la sensación de estar metido en las aguas del rio Tajo, rodeado de luz lunar en semi-oscuridad, esperando escuchar y ver alguna cebada con los sentidos alerta es de esas sensaciones difíciles de transmitir y placenteras de vivir.

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Al fin, cuando cae el telón de la noche y apenas se ve más allá del extremo de la caña es momento de dar por finalizada la jornada de pesca. Encender el farolito frontal, buscar la salida de la tabla que con antelación y previsión habíamos detectado y encaminar nuestros pasos por la senda hasta el vehículo, cambiarnos de atuendo y tras ello disfrutar de una frugal cena y charla acompañado del compañero y amigo (en esta ocasión de Pepe, Pepehillo) rodeados del embrujo silencioso del bosque oscuro, escuchando hora el ulular del cárabo, hora el ladrido del corzo… sensaciones.


LasmoscasdePaco.

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