De Ríos y de Truchas. Y de Pesca a Mosca. Y de amigos mosqueros.

Aquí se plasmarán todas esas ideas, sensaciones y vivencias de un pescador a mosca y de su grupo de compañeros.

Su finalidad es tratar de inculcar que la pesca a mosca puede llegar a ser una forma de vida.

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Competición NO..... Gracias.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

PESCANDO POR LAS CORRIENTES …

          Es duro pescar ríos de la zona centro con este asfixiante estío, y si esto es normal, en el presente con una ausencia total de lluvias o tormentas de verano la cosa se recrudece.

Hay que olvidarse de pescar pequeños ríos, pues los que literalmente no se han secado tienen un caudal tan mínimo que da pena verlo… y pescarlo.

-¡¡Pero si hasta los ríos principales bajan con un caudal mínimo nunca visto!!-

Con estas perspectivas meterte a pescar una tabla de aguas paradas, ítem más azotadas por el sol inmisericorde, con ausencia total de cebadas, es una locura.


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La cosa pasa por tener localizados algunos tramos de corrientes o chorreras y pescarlos despacito, a sabiendas que tras el tramo se avecina una larga tabla de aguas paradas impescable.

Y eso hice, atravesar con mi auto pistas forestales en estado penoso, más aptas para un 4X4 que para un utilitario y tras ello caminata por espesos bosques portando en pesada mochila todo el equipamiento de pesca, vader, botas, chaleco, carrete, caña y el sinfín de cosas que creemos necesario equiparnos.

Al fin llegamos a la ribera del rio y contemplamos unas apetecibles corrientes que se nos antojan impescadas.


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-¡¡ Que ingenuo !!.

Y uno recuerda la conversación mantenida no ha mucho con un buen mosquero.

-¿Pero, Roberto. De verdad que las truchas entran a esas enormes imitaciones de saltamontes??-

-Paco. Más de lo que te imaginas.-


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Y como tras la conversación uno estuvo trasteando en el torno de montaje, adobando en el anzuelo foam y rafias, y guardo los experimentos en una de las cajas de moscas que porto en el chaleco, me dije…

-¿ Y por qué no?-


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Así fue como ate al extremo del tippet del 0.15 un montaje especie de saltamontes y fui lanzando dicho moscón a las corrientes del rio, viendo como aquello pegaba un golpetazo en las aguas y bajaba rayando las mismas.

-Esto es una tontería, es de locos-

Y me digo esto mientras lanzo de nuevo el moscón a las transparentes aguas rizadas.

 Veo como cae al agua, veo como baja por al corriente cual barquito de cascara de nuez. 

También veo, atisbo por el lateral de mi campo de visión como aparece una sombra de color rubio, más allá de los cuatro metros de distancia al moscón, y como se dirige rauda hacia él, el moscón la sobrepasa aguas abajo y la sombra rubia se lanza en pos de ella. 

Cuando llega a su altura, la sombra se ha convertido en trucha y acomete al moscón en un ataque brutal, girando la cabeza de derecha a izquierda, girando el cuerpo y lanzándose aguas arriba.


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-¡¡Sencillamente me he quedado alelado!!-

Clavo, clavo y clavo.

 En una clavada máxima, de esas de estirar el brazo izquierdo llevándose la línea con él y al mismo tiempo con la mano y brazo derecho izar la caña al máximo.

Y a semejante clavada la trucha responde chapoteando por las aguas, dando coletazos por las aguas corrientes.

Yo recojo línea a máxima velocidad, y trato de templar, y de refrenar la lid, de llevarla a un compas más contenido. 

Lo logro.

Al fin atraigo la trucha hacia mí y consigo encestarla en la sacadera.

 La observo, lleva prendida en el morro la mosca imitación de saltamontes.


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Sin sacarla del agua, rebusco en mi chaleco en pos de la cámara fotográfica y, cuando todo está preparado para ello, saco la trucha del agua, la agarro, la desclavo del anzuelo que la aprehendió y la fotografío, tras ello, de nuevo de vuelta a las aguas, a su morada donde la pierdo de vista entre las corrientes.

Una captura que perdurara en mis recuerdos por mucho tiempo… grandes sensaciones.

Pues, señores. Lo contado no fue anécdota. Seguí pescando aguas arriba el tramo de aguas corrientes, despacio, sabiendo que tras ello no tenia nuevas corrientes y tendría que dejar de pescar y, en dicha tesitura las truchas siguieron acometiendo la imitación de saltamontes, logrando una cifra cercana a la docena de truchas que, si ya es una cifra notable en cualquier momento, en el presente es sobresaliente.


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Y de la abstracción de esta pesca me saco inopinadamente el primer trueno.

Tras ello un rugiente relámpago que pareció rasgar de arriba abajo el profundo cañón donde me encontraba.

Cayeron los primeros goterones de lluvia y el cielo se ilumino con el refulgor del primer rayo.


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Malo, muy malo el estar en medio de una tormenta de rayos y truenos vareando una caña de fibra de carbono.

No lo pensé más.

 Salí del rio, enfunde la caña en su estuche de tela y por la estrecha trocha llegue donde había dejado la mochila. 

Rápidamente me desvestí, metí aperos en la mochila y bajo una espesa lluvia de grandes gotas de agua inicie la lenta ascensión de la barranquera, monte arriba.

Echando vista en lontananza para divisar los puntos de referencia y no desviarme demasiado del lugar donde deje el auto.


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Al fin, tras más de una hora de ascensión me tope con la pista forestal y no demasiado alejado del lugar donde aparque el coche, tras quince minutos de caminar por la pista llegue al auto, empapado por la lluvia.

Pensé meterme en el auto y guaréceme allí hasta que pasase la tormenta, mas recordé las cuestas de la pista y el problema que podría surgir si la pista se embarrase. 

Rápidamente me puse en camino y, menos mal, salí de la pista forestal sin percances, cuando me encontré en carretera asfaltada suspire aliviado.


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Una jornada de pesca de las que dejan huella. Por las truchas, por la fuerte tormenta, y por la pesca con imitación de saltamontes.



                                 LasmoscasdePaco.

viernes, 21 de septiembre de 2012

LOS PIONEROS DE LA PESCA A MOSCA… -------- AUGUSTO RODRIGUEZ -------

          La pesca a mosca en España, entiéndase la pesca a mosca en su versión moderna tal cual la practicamos en el presente (con mayores o menores variaciones), aquella de caña de una mano y lanzando una distancia de línea mayor que la propia longitud de la caña, no data mucho tiempo, acaso una generación.


Somos tan afortunados sin saberlo valorar (o queriendo ignorarlo) que aun viven un grupo de aquellos a los que yo denomino “Pioneros de la Pesca a Mosca”.

Augusto Rodríguez es sin lugar a dudas uno de estos primigenios mosqueros, un personaje que siempre ha vivido intensamente la pesca a mosca y que a su vez la ha difundido bien importando una serie de materiales de pesca, bien impartiendo cursos de lance de pesca, bien realizando salidas de pesca donde un grupo de “alumnos” aprendíamos en las mismas aguas de ríos naturales lecciones que no se daban en ningún otro sitio.

Desde su experiencia mosquera que dan sus más de ochenta y tres años de vida (mas de dos tercios de la misma pescando a mosca) responde a unas preguntas formuladas que pretenden nos hagamos idea de cómo fueron aquellos momentos.


Sin más paso a la serie de preguntas formuladas…


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Augusto durante un descanso en una jornada de pesca en Peralejos de las Truchas
Año 1.981


En que fechas te iniciaste en la pesca a mosca?
- En la primavera de 1.963

Recuerdas como fue tu primer contacto con la pesca a mosca?
- A través de la lectura de libros de pesca a mosca.
Comencé como autodidacta durante año y medio. En ese momento empecé a tener contacto con José Pedré



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Cuales fueron tus primeros equipos de pesca a mosca?
- Una caña de bambú de Pezón Michel de 8 ½ pies # 5 y un carrete Abu Delta.
Dos años después, en Londres y en la casa Hardy compre una caña Phanton de 8 pies # 5 y un carrete Litgweit # 5

Algunos de los compañeros mosqueros de aquella época
- José Pedré. Luis Antúnez. José Egido. Arturo Perea. 


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Qué tipo de moscas empleabas?
-Moscas secas muy grandes, compradas en Deportes Todo.
Más tarde, en Paris compre las Gallicas y las Ragot

Háblame de ríos y truchas que en aquel tiempo pescabas
- Ríos como el rio Tajo, el rio Gallo, el rio Ablanquejo.
Siempre pescando truchas comunes autóctonas


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Que suponía salir a pescar al Alto Tajo
- Suponía una larga excursión. Madrid – Molina de Aragón, tras ellos carreteras de tierra sin asfalto hasta Peralejos de las Truchas.
Un viaje de 5 a 6 horas

Y los ríos desmejoraron y las truchas disminuyeron, cuando fue, como lo viviste?
- Se inicio cuando asfaltaron las carreteras, ello trajo un aumento de pescadores de todo tipo, aquello fue sobre el año 69 ó 70.
El aumento de pescadores sin control de cantidad ni medida de capturas.
También comenzó a afectar la contaminación del caolín que, estropeo muchísimos frezaderos.


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Tu opinión sobre cómo ha evolucionado la pesca a mosca bajo tu observación
- La pesca fly Fishing ha evolucionado muchísimo, tanto en cañas, carretes, líneas, bajos y moscas. Dando una gran facilidad para el desarrollo del sistema de pesca a mosca.

Pesca a mosca seca y pesca a ninfa, cuál es tu opinión
- En los comienzos, en España, pescábamos a mosca seca. Cuando empezó a masificarse la presión pesquera se inicio la pesca a ninfa, que generalmente las truchas las tomaban mejor por pescar en el estrato acuático donde comen mas las truchas.

Bajo tu experiencia como sabemos cuál es la mosca que tenemos que atar al bajo de línea
- Por la propia observación en el rio. Por las eclosiones y por la prospección de los fondos para observar las ninfas que en ellos viven

Algunas de tus moscas favoritas
- Imitaciones de efémeras, de tricópteros, hormigas y algunas moscas de fantasía como la Wickam Fancy o la tricolor de Bressón 

Se puede conseguir llevar a las manos un trucha de 45 cmtrs con un tippet del 0.10?
- Se puede siempre que el escenario a desarrollar la lucha sea favorable para el pescador
No es lo aconsejable 


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Porque pescar mosca apasiona?
- El pescador evolucionado en el Fly Fishing no dejara de hacerlo nunca, siempre estará aprendiendo cosas nuevas, tanto de la naturaleza como cosas técnicas implícitas en la propia pesca a mosca.

Y en el presente…
- Sigue apasionando a los veteranos, a mí con mi edad me apasiona tanto o más. Pero los jóvenes hoy en día tienen otras alternativas muy modernas y universales.

Augusto como tiene que ser un mosquero
- Principalmente un enamorado de la naturaleza. Ser respetuoso con los peces y con los mosqueros que te encuentras por el rio. Y pescar dando al pez la oportunidad de no ser vencido



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Para finalizar, cuéntanos una experiencia de pesca vivida
- Pescando en el rio Tajo con mi caña Phantom de bambú. Allá por el año 1965.
Clave una buena trucha con una mosca Wickam Fancy, me dio una buena pelea y al tratar de meterla en la sacadora se soltó y me venció. Chapó por ella. Deje de pescar pues con anterioridad ya llevaba un buen numero de capturas.
Desmonte la caña y volví andando hasta el coche que, lo tenía aparcado a más de hora y media de caminata.
¡¡ Nunca olvidare aquella trucha!!



                       Augusto Rodríguez.

domingo, 16 de septiembre de 2012

EN ESPERA DE UN SERENO INEXISTENTE …

          Creo que hay pocas formas de celebrar una onomástica muy particular mejor que reunirte con un puñado de buenos mosqueros y disfrutar de una jornada de pesca.

A tal reunión nos distribuimos por varios tramos del rio Gallo en espera de disfrutar de uno de los entrañables serenos que éste rio suele deparar.

Por contra, unos factores atmosféricos muy notables. Notoria bajada de presión barométrica, caída de las temperaturas, notable viento a más inri de cara.

A todo esto las dificultades propias del rio, del rio Gallo, con muy poquito caudal y tapizado en la mayoría de los tramos por las ovas hasta la misma superficie de las aguas.


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Pese a todo uno recordaba la recien pasada jornada y esperaba una actitud de “maese pintona” similar.

Prácticamente pesque el mismo tramo que la pasada jornada, y para no ser menos con la misma mosca que utilicé, ya que entre semana había confeccionado media docena de moscas de dicho modelo.

Mas, como en esto de la pesca no hay dos días iguales, en esta ocasión las truchas se mostraban remisas a tomar mis moscas, o por mejor decir, sencillamente no se mostraban.

Estuve pescando posturas que me habían dado capturas, empero en esta ocasión no me las dieron, incluso pesque el cabecero de la poza donde consegui la trucha grande, acercándome con precaución, lanzando con delicadeza, pese a todo la trucha no aparecio y tras más de dos docenas de lances, mi mosca termino enganchada en la rama de un árbol de la orilla contraria.

Lo cierto es que sí vi alguna trucha huidiza, de esa que sale espantada casi a tus pies cuando mueves las ovas al transitar por las aguas, o aquellas donde no conseguiste colocar la mosca por ser una postura imposible de lanzar y una vez llegas y pasas por la zona ves que la trucha huye.

 Cierto, truchas vi, pero la mayoría de ellas en enclaves imposibles de lanzar (al menos para mí).


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La primera ceba observada se produjo al filo de la orilla, bajo una salguera y en el pasillo entre las ovas. Aproximación sigilosa, lance suave un par de metros por encima de donde se produjo y, ataque a la mosca fulgurante, raudo.

Respondí con un certero cachete y clavada.

 La trucha chapoteo por encima del agua y yo con tensión continua del hilo la atraje irremisiblemente a la sacadora.


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El siguiente lance también lo es de “manual”, la corriente libre de ovas se pega a la orilla, formando un pasillo de aguas movidas de una decena de metros.

 Me posicione aguas abajo lateralmente y fui prospectando la corriente con mis lances.

 En uno de ellos la trucha toma la mosca y yo la clavo certeramente, todo fue mantener tensión en la línea y dejar que la trucha luchase en las aguas corrientes libres de ovas para al fin aflorar a la superficie, tras ello atraerla hacia mí, desclavarla, fotografiarla y devolverla de nuevo a las aguas.



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Una nueva cebada, en esta ocasión bastante lejana y entre la clavada y el pescador un tapiz espeso de ovas.

 Saco línea del carrete, efectúo un lance bastante alejado que posa la mosca justo donde se produjo la cebada.

 No pasa ni tres segundos cuando la mosca es tomada por la trucha.

 Clavo con firmeza más el tapiz de ovas me impide acercar la captura.

 Al ver la imposibilidad aflojo la tensión de la línea y me aproximo a la zona.

 Al llegar apreso el bajo de línea, con la mano me acerco a su extremo y es cuando veo a la trucha, aún aprehendida y enredada entra las ovas.

 Lo primero meter la trucha en la sacadera, tras ello liberar bajo de línea y trucha del traje de ovas formado. Una trucha que no había pensado llegar a poder fotografiar.

Sigo avanzando por el rio, veo una nueva cebada algo lejana, sin dejar de mirar el lugar donde se produjo avanzo por el rio, las aguas me llegan a la altura de la rodilla, avanzo un paso y mi pie no encuentra donde apoyarse.

 Caigo hacia delante, de bruces al agua, con la mano derecha en alto asiendo la caña de pescar y con la izquierda agarrándome a las ovas, cuando consigo afianzar de nuevo los pies el agua me llega por encima de la tripa y noto como corre por dentro del vader empapándome desde el pecho hasta las pantorrillas.


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A partir de este momento la pesca se volvió complicada, rápidamente anocheció y con ello un notorio bajón de temperaturas, empecé a sentir un frio en el cuerpo que se hacía evidente por los tiritones que pegaba.

 Ya no estaba tan pendiente de ver cebadas como de increparse a sí mismo.

-Pero que tonto estas, Paco-

-Te has caído al agua de bruces como un novato-

-Tengo tanto frio que me castañetean los dientes-

En dichas tesituras anduve vareando las aguas y en una de estas varadas tuve la fortuna de que una trucha se apiadara de mi y autoclavarse en mi mosca, y digo autoclavarse porque apenas me di cuenta de la tomada de la mosca.

Fue el momento de salir de las aguas con cierta dignidad, aunque bien podría haber apurado la jornada de pesca casi una hora.

El paseo por la pista forestal a buen paso entono el cuerpo húmedo y entumecido. Cuando llegue al auto me estaba esperando uno de los compañeros de pesca de la jornada.

Rápido me quite hábitos húmedos y me puse ropa seca y con prontitud fuimos en busca del resto de compañeros.

No fue una jornada prospera en capturas a decir de todos, pues la tónica estuvo en suerte parecida a la propia.


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Rematamos la jornada en un restaurante de la localidad de Trillo, donde la charla y tertulia de pescadores se hizo amena mientras comíamos con avidez unos riquísimos somarros pasados por las brasas y diversas viandas que no le andaban a la zaga.

.¡¡Animo, Paco. Que son cincuenta años en la vida de un pescador!!-

Pues señores, he visto de todo.

 De lo bueno y de lo menos bueno, alegrías y desilusiones, eternos amigos y trepas abrazafarolas.

Me quedo con lo primero, con lo bueno y trato de alejar lo segundo. 

Trato de no vanagloriarme en demasía de mis aciertos y pido escusas sinceras por mis errores.


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A más decir y por encima de todo, en todo este tiempo me queda el rio.

 Nunca me ha fallado, bálsamo de Fierabrás para mis heridas tanto de carne como de espíritu.

 Espero poder seguir disfrutando del rio, de sus truchas, de la pesca a mosca y de amigos y compañeros mosqueros que con mayor o menor frecuencia me acompañan en muchas de las salidas de pesca que realizo.

Así mismo, espero seguir añadiendo páginas a éste blog donde contar las mil y una inquietudes y vivencias de un mosquero empedernido.



                                  LasmoscasdePaco.

viernes, 14 de septiembre de 2012

EMERGENTE CON ALAS EN C.D.C. Y PERDIZ PARDILLA…

          Os presento un nuevo patrón de mosca emergente, en esta ocasión con la particularidad de mezclar pluma de culo de pato con pluma “blanda” de perdiz pardilla.


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MATERIALES.-

Anzuelo TMC 2488 numero 20 al que aplastaremos la muerte

Seda de montaje de color gris

Cuerpo dubbing Superfine color verde brincado con quill de pavo real

Tórax en herl de pavo real

Alas dos plumas de C.D.C. mas una pluma de perdiz pardilla

MONTAJE.-


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Afianzamos el hilo de m montaje sobre el anzuelo y aprovechamos para sujetar el quill de pavo real


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Con un poquito de dubbing de antrón Superfine color verde formamos un cuerpo, es interesante que sobresalgan algunas puntas de fibras


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Brincamos el cuerpo con el quill de pavo real (obsérvese como sobresalen algunas puntas de fibras del dubbing)


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Igualamos por las puntas do plumas de C.D.C. y las colocamos a modo de alas (si las dejamos un poquito largas como es el caso luego la veremos mejor en acción de pesca)


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Cogemos una pluma de perdiz pardilla, cortamos las fibras centrales de la pluma y la sujetamos por encima de las plumas de C.D.C.


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Cortamos el sobrante de la pluma de perdiz pardilla y afianzamos un herl de pavo real (en la unión podemos colocar una mini-gotita de cianocrilato ayudándonos de la punta del punzón


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Con el herl de pavo real formamos el tórax dando vueltas tanto por detrás, por el medio y por delante de las alas


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Cortamos el herl sobrante, con ayuda del hilo de montaje forzamos las plumas de C.D.C. que hemos dejado delanteras y hacemos unas pequeña cabecita


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Cortamos la pluma de C.D.C. en la longitud deseada para que quede un penacho (con cuidado podemos cortar el raquis de las plumas para eliminar la “dureza” del mismo)


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Vista frontal-inferior del montaje realizado.


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Montaje finalizado.

 
No descubro nada diciendo que las moscas emergentes cada vez tienen más adeptos, en el caso particular de ésta mosca, os puedo asegurar que me ha pescado muy bien en aguas lentas o paradas.


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                                         LasmoscasdePaco.

jueves, 6 de septiembre de 2012

UNA MOSCA LLAMADA “QUIMERA”, O EL DOLOR DEL RECUERDO.

          Tras un agosto donde he mojado poco mis moscas, inicio singladura por un septiembre esperanzado.

De igual modo renace éste que es el blog de todos vosotros, mosqueros de ley que a él acudis.

Como muestra de agradecimiento por ello, abro el baúl de mis más secretos tesoros y de él extraigo una pequeña joya que os muestro.

Un relato de un grandísimo Caballero Mosquero, una historia allende los tiempos, cuando ser mosquero era anécdota y los ríos, nuestros queridos ríos, estaban sumamente poblados de truchas autóctonas…

Gracias, Luis Antúnez, por permitirme publicar un relato escuchado muchas veces en boca de grandes mosqueros y amigos que compartimos.

Tal cual me llega desde las lejanas tierras Patagonicas, sin omitir ni añadir una coma o acento… 




UNA MOSCA LLAMADA “QUIMERA”.
O EL DOLOR DEL RECUERDO.

 

Buscaba en mis dos cajas algo que remediase el desesperante bolo del día. Varias veces tuve que cambiar el tramo final del bajo de línea porque, de tanto probar moscas y más moscas, la longitud del mismo se quedaba reducida a una cosa insignificante.


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“Ésta ya la probé. Y ésta, y ésta...” Así cerraba una caja, abría la otra y ¡vuelta a comenzar de nuevo!

 Mientras tanto, la ceba seguía, la luz disminuía por minutos al tiempo que mis nervios aumentaban...

 Creo que aquella tarde pasaron por delante de las desconsideradas truchas todos mis modelos, desfile que duraba ya por más de dos horas:


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-“Pero si son hormigas ¿por qué probar tricópteros ni efímeras?” – me decía a mí mismo.

 Y volvía a poner las mismas hormigas ya probadas anteriormente. Lances suaves, lances pesados, dragados, de punta... Madre mía, ¡qué desastre!


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Situaciones similares me suelen ocurrir más veces de las deseadas pero, tan intensas como aquella vez, pocas.

 Además, en otras ocasiones uno suele saber (o creemos saber…) qué mosca daría resultado, pero que al no estar en las cajas no la podemos emplear.

 Esa presuntuosa “seguridad” nos ayuda a llevar el bolo con más alegre resignación.

 Pero aquella tarde me encontraba tan desorientado como un “perrete” perdido.

Y ¡glup!, truchona que se comía quién sabe qué.

Las pequeñas brillaban por su ausencia en aquel preciso punto del río, pues estaban confinadas a otra parte alejada de la enorme tabla.

 Allí sólo había grandes ¡y muy grandes! que hacían desconsiderados gestos de burla a cada modelito que les presentaba.

La noche llegó y la tabla quedó en silencio: sus lentas y cristalinas aguas del mes de agosto (1) brillaban como un espejo; pero era un vano sereno, vacío de toda señal de actividad:

-“¡Si hubiese cogido al menos una para mirarle la boca!... Mañana volveré.”

Y así fue.

En la tarde siguiente la situación se presentó idéntica: truchas grandes y lejos, en otra zona, las pequeñas que esas sí comían hormiguitas.

 Con mí cornuda y fea imitación de hormiga conseguí un par de pequeñitas pero, cuando me ponía sobre las grandes, los rechazos continuaban. ¿Rechazos? No; ¡desprecio absoluto!


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Situado sobre una piedra alta de la orilla veía cebarse una hermosa dama que, pienso yo, debía de estar muy por encima de los cincuenta centímetros.

Observé claramente como pasaban hormigas sobre su cabeza, mas por ninguna mostró el menor interés. Recordé el caso de aquella inolvidable trucha que sólo tomaba las hormigas que se movían y que he comentado en otro lugar.

 Pero ésta vez no era así: pasaban hormigas quietas, moviéndose, solteras, casadas, divorciadas... y ¡nada!

Al cabo de un buen rato pude ver bajar por el río una cosa enorme, tan grande que parecía un verdadero pájaro: la truchona se la comió.

-“¡Bien!- pensé- ahora sólo queda, con suerte, esperar a que baje otra para averiguar qué clase de pajarraco pueda ser ese.”

Más de seis décadas curioseando insectos acuáticos y truchas difíciles, y nunca pude toparme con semejante “abejaruco”, y menos en plena "parada" del mes de agosto (1), época que suele presentar una escasa actividad de truchas serias en el lugar, de no ser sobre hormigas, generalmente movidas por tormentas o tiempo húmedo.


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La zona de la tabla donde me encontraba era más profunda de los dos metros.

Aguas arriba el fondo subía rápidamente y también por detrás.

 Es decir, se formaba un verdadero pozo de arena blanca, por lo cual me era imposible meterme en el agua para cazar algún mosco de aquellos que, además, se presentaban con muy escasa frecuencia.

 No obstante, pasaron un par de ovnis más que la trucha se merendó, pero la noche se echó encima: era evidente que la ceba se desarrollaba en horas centrales de la tarde.

Aunque me quedé igual que en la jornada anterior, me sentía más esperanzado: la pesca en sí quedó en segundo término y sólo me interesaba descubrir aquella incógnita.

–“¡Mañana!”

Y “mañana”, como en los dos días anteriores, y a las mismas horas, mi dama volvió a subir sobre los ovnis supuestamente alados que, lentamente arrastrados por la corriente, descendían con escasa frecuencia por la profunda tabla.

 Había menos cantidad de tales moscardones, pero los había y, desde luego, la trucha se cebaba sobre ellos sin la menor vacilación:

 ¡no dejaba pasar uno!

 ¡Y qué hermosa tomada! Aproximación lenta, muy lenta, y ceba de “beso” ruidosa y firme.


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Saqué de la mochila unos viejos prismáticos y miré: sólo pude ver un bicho parduzco, pues la mala calidad de la óptica del aparato no daba para más.

 ¿Qué hacer? Sencillo, pensé: iría unos cincuenta metros río arriba y me metería por encima de la cabecera de la gran poza hasta conseguir interceptar algún ave fénix de aquellas.

 Pero pasó más de media hora (¡o se hizo eterno el tiempo!) y nada localicé.

 Cuando miraba hacia atrás a la poza de la gran trucha distinguía, muy de tarde en tarde, unos círculos inconfundibles.

 ¿Sería que aquella mosca sólo se encontraba en esa concreta zona de la tabla? No era muy diferente el fondo de toda esa parte del río, por lo cual me extrañaba que esos bichos sólo estuviesen allí, si es que eran habitantes de las aguas.

Nervioso, salí del río y, de nuevo, me situé en la piedra de la tabla profunda.

 Pasó un buen rato y, por fin ¡allí venía otro!

Aquello resultaba impresionante: su volumen desproporcionado hacía un auténtico socavón en la tersa capa superficial del agua, un menisco negativo, tan evidente que resultaba como un bache increíble en la quieta superficie del río.

Estaba desesperado, máxime por el temor de quedarme sin saber qué cosa era aquello.

Por ello no lo pensé dos veces: saqué el caza – mariposas de mano que llevo en el chaleco, me desnudé y, como Adán en el Paraíso, pero sin Eva, me tiré al río:

 ¡ésta vez descubriría qué diablos era aquello!

Puedo asegurar que no me enteré de la temperatura del agua dado lo concentrado que estaba en aquella apasionante caza a lo desconocido.


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Dije al principio que no puedo entender cómo es posible que durante tantos años estudiando el río, sus truchas, sus moscas, sus secretos, en fin, todo, nunca me hubiese percatado de semejante fenómeno.

 ¿Sería la primera vez que ello ocurriría?

 ¿Sería tan rara la caída de aquellos bichos al agua que jamás coincidí con ellos?

 No lo sé; el caso es que nunca pude imaginar que ese insecto terrestre pudiese caer al agua en tal cantidad y continuidad para producir una suculenta ceba de auténticos truchones.

Sea como fuese, y a pesar de ya haberme percatado que estaba helado, me sentí feliz:

 una vez más, el dios del río me habían permitido descubrir otra cosa maravillosa.

 Con la piel arrugadita como los garbanzos en remojo me vestí, más mojado que seco.




Cuando regresé a mi cabaña, en la que tantos años viví feliz junto a mis ríos, el Tajo y el Hoceseca (2), hoy asesinados por sendas minicentrales, por talas mal ejecutadas y por una pandilla de repugnantes furtivos, me precipité sobre el viejo torno de montaje.

 Mi mejor amiga, Linka, perdiguerita de Burgos, puso su cabeza en mis piernas y a cada grito de infantil alegría que yo daba durante la creación del pajarraco, reía y reía como sólo ella sabía hacerlo, risa que en otras ocasiones conseguía alejar algunas pobres lágrimas de mis ojos.

La obra quedó “perfecta” y prometí no mostrársela a nadie fuera del círculo de íntimos amigos, no por egoísmo, sino para proteger a las madres de todas las truchas de ciertos falsos mosqueros que andan sueltos por ahí, los llamados jocosamente por mis amigos gallegos “mareadores de mosca”.



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Aquélla noche no cené; sólo preparé la comida de Linka y de mi buen amigo Lupo, el enorme y “fiero” mastín que, año tras año y noche tras noche, cuidaba de los gallos de León que yo criaba para pluma, y así evitaba que los zorros se los merendasen.

 (Lo de fiero es cierto: podía comerse a una persona... a besos)

 Yo no pude probar bocado y me dormí bien entrada el alba: tenía en mis cajas un nuevo modelo que, además, sólo me daría truchas enormes...

 ¡Qué maravilloso hallazgo!

¡Qué deliciosa e infantil esperanza la de este viejo pescador!

Me llevé la comida al río y a mis dos amigos; quería que fuesen testigos del nacimiento de una portentosa imitación.

 Naturalmente, tendría que esperar hasta la tarde pero, en tanto, los tres lo estábamos pasando muy bien allí.


El sol empezó a caer; mis amigos dormían con profunda serenidad junto a mí, incluso con evidentes signos de estar soñando; yo no quitaba ojo del pozo.

 Tenía preparada mi caña y bien impermeabilizada la moscona, montada en un anzuelo del 10 - 3X largo, 1X fino, sin muerte...

Flotar, lo que se dice flotar, flotaría por ser toda de pelo de ciervo y gracias a los cristales de secado de Salmo, pero a pesar de mí amor paternal sentido por la nueva creación

 ¡qué feo bicho resultaba aquello!

Al contemplarlo mi fe se veía tocada por terribles dudas:

 ¿qué pasaría?

¿Funcionaría o, al ver semejante carabela, saldrían aterrorizadas las truchas?

Sumido en aquellas elucubraciones no me di cuenta de que el reloj solar avanzaba.

 Mi corazón dio un vuelco:

 ¡silencio en la poza!

¿Y si no volvía el milagro?

¡Bueno!,

 por lo menos había solucionado el enigma y los tres amigos habíamos pasado unas horas deliciosas e inolvidables...


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Anochecía. Decepcionado, me entristecí.

 Linka notó mi estado de ánimo como sólo ella era capaz de intuirlo: me miró y se rió, enseñándome todos sus dientecillos.

 Como siempre al verla así, me entró la risa y los tres amigos nos marchamos de la poza para casa, caminando alegres entre avellanos y tilos, bajo unas primeras estrellas veraniegas que, con sus temblores, parecían reírse de mi nueva mosca...

 ¿o quizá de mí?

 El misterioso canto del búho real retumbó por las agrias oquedades del cañón del Tajo.

Han pasado muchos años desde aquellas caídas de cigarras (Chicadetta montana) y no he vuelto a ver otras.

 Tampoco están mis dos amigos, Lupo y Linka:

 uno murió estando yo lejos, quizás de tristeza; a la otra tuve que sacrificarla por tener muchos sufrimientos en sus últimos días.

 No puedo olvidar su mirada en aquel terrible momento cuando, agonizando, lamió mi mano en un adiós desgarrador.

 Aquella Amiga sólo me desobedeció en eso: la tenía dicho que no se le ocurriese partir antes que yo.

 ¡Ni un ser tan maravilloso como lo era Ella puede pactar con la Muerte!


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Si alguno de vosotros tiene la fortuna de topar con esa ceba de fábula, poned el moscardón feúcho y decidme si funciona:

 aun quizá podáis probarlo en algún río de montaña que haya escapado a la destrucción del “progreso” y a los furtivos.

 Y cuando devolváis al agua la gran trucha que os pueda dar esa imitación, recordad a Lupo, a Linka y al viejo amigo que supimos SER felices sin TENER nada.


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Anzuelo: 12 3XL, 1X fino, sin muerte.

Seda: Negra.

Cuerpo: pelo de ciervo marrón recortado para formar el cuerpo. Es bueno quemarlo un poco.

Anillado posterior: naranja claro. Sólo un par de vueltas al final del abdomen.

Alas: en semi – tejadillo, casi planas sobre el cuerpo y más largas que éste. 
Transparentes. (1) (Poly wing o similar)

Pluma: No lleva, o bien 2 vueltas muy abiertas de miel claro. (No lo aconsejo)  


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Agenda:

 En el año 2002 he podido volver a ver muchas cigarras cerca del río, incluso alguna muerta en el agua.

 Me encontraba pescando en las cercanías de Las Juntas del Alto Tajo y recordé aquella “Quimera”.

 La busqué afanosamente en la caja en la que duermen olvidadas imitaciones en desuso y la até al bajo.

 Después de bombardear los lugares presuntamente propicios (no había casi actividad) en un parado, y tras un largo recorrido de la imitación por el agua, una hermosa damita de dos cuartas me la tomó en una entusiasmante subida, efectuada con marcada lentitud.

 Tan lenta fue ella, que a poco no clavé atolondradamente antes del momento oportuno, casi quitándosela de la boca cuando ya estaba a menos distancia de unos centímetros.

 Aun así, la clavé.

Sin levantarla del agua, miré sus ojos que, angustiados, me acusaban de crueldad.

 La memoria me trajo la silueta de Linka y Lupo;

 ¿o estaban de verdad a mi lado?

Ese fue el último día de pesca en “mí” Río, el padre Tajo;

 pronto partiría para el Nuevo Mundo, buscando la Paz que allá me niegan los tiempos.

Sí, deseo alejarme del Alto Tajo; no puedo ver su muerte, de la misma manera que vi morir a Linka y perdí a Lupo. ¿Y yo…?


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Continué con la misma cigarra, mas ninguna otra subida se volvió a producir, por lo cual finalicé quitándola,

 ¿o lo hice por el dolor que sentía?

 Creo que el no conseguir truchas muy grandes se debió, sencillamente, a que ya no quedan en ese legendario Río.

 El “progreso”, los pescadores “deportistas”, ayudados por los tres furtivos oficiales de Peralejos, las han matado a todas, no muy deportivamente.

 Sí, partiré para la Trapananda…


(1)   En el hemisferio norte, agosto es el mes más caluroso y seco del verano.

(2)   “El Hoceseca pone el agua y el Tajo se lleva la fama”, reza un dicho de la Serranía conquense-alcarreña. Ha sido una injusticia científica poner el nombre del Tajo al río que sigue a la confluencia de ambos porque, realmente, las aguas son del afluente, el fecundo Hoceseca, palabra antigua derivada del navarro “hoce” (hoz) y “seca” por poseer un cañadón en el cual el cauce transcurre sin agua, bajo gran cantidad de piedras del lecho. 

1: Nota actual:(Poly wing o similar) creo recordar que es lo que usé en aquella ocasión tan COMPLICADA (jaja) 




                                           Luis Antúnez